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Por CABRERA, KATHERINE ELIZABETH

Estudiante de Los de Roman y los del Mago Capria comienzan a disputarse por un lugar en la semifinal.

En octubre del 2021 se sancionó la Ley de etiquetado frontal y su aprobación trajo ciertas polémicas. Según esta normativa, todo producto comercializado que exceda los valores energéticos establecidos debe incluir una especie de advertencia sobre éste en su cara principal. Por ejemplo, una gaseosa de mesa lleva grabado un sello negro junto a su logo, informando sobre los excesos de calorías y azúcares. Hoy existen empresas que están en camino a cambiar sus fórmulas (disminuyendo azúcares, grasas o sodio), con el fin de evitar estos octógonos.

Una persona que va hoy al supermercado se encuentra con que todos los productos que antes consumía sin cuestionarse tienen algún sello de exceso. Esto no es del todo malo, ya que la ley apunta a una concientización sobre la comida. Pero hay una cara que no mucha gente ve.

La licenciada Laura Romano opinó extensamente sobre este tema en el diario La voz. Si una persona que compra un alimento, supongamos galletitas, compara y encuentra que unas galletas de avena y unas galletas Oreo tienen el mismo sello de exceso de azúcar, comprará las que más les guste y no las que sean más nutritivas.

Otro dato que no se tiene muy en cuenta es que Argentina es el segundo país con más trastornos de la conducta alimentaria. Especialistas advierten que, con este afán de etiquetar alimentos como “buenos” o “malos”, los cuadros de las personas con un trastorno pueden empeorar. Es un riesgo latente ya que se puede crear una obsesión con estos sellos que lleven a la persona a una situación límite. 1 de cada 3 mujeres jóvenes se pasan su día restringiéndose de ciertos alimentos que “engordan”, contando calorías, incluso sin comer. ¿Cómo repercute en ellas tener un octógono gigante que les recuerde el “exceso de…”?

Esta ley lleva años cumpliéndose en otros países de América latina, como Ecuador o México. En Europa se usan distintos sistemas de etiquetado, como el semáforo nutricional: este modelo consiste en poner un sello de cierto color según la cantidad de nutrientes; por ejemplo, si un alimento es alto en azúcares, llevará el sello en rojo. Si es amarillo, tendrá una cantidad media y si es verde será bajo el porcentaje. De esta forma, el color rojo no implica una prohibición de algo, sino que hay que tener en cuenta sus valores antes de consumirlo. Este sistema es más amigable, ya que es de fácil comprensión para cualquier tipo de persona y utiliza palabras menos duras.

Si bien se necesita una mejor educación nutricional, enseñar a la población a comer mejor, la palabra “exceso” puede llegar a generar culpa y obsesión. La ley de etiquetados apunta a disminuir la obesidad en la población, pero también hay que tener en cuenta a las personas que tienen algún TCA.

Lo cierto es que ninguna ley por sí sola puede ser la solución absoluta a un problema de alimentación que acarreamos hace años, así que para obtener herramientas y estrategias de alimentación saludable lo más recomendable es acudir a un nutricionista.

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