Se lo conoce como cultura de la cancelación a la acción de dejar de apoyar a una persona, empresa o institución, como consecuencia de dichos o acciones desafortunadas.
Según un estudio realizado por We Are Social y Hootsuit a comienzos del corriente año, el número de usuarios que se encuentran en las redes sociales equivale al 58% de la población total mundial, un número bastante grande. En total, se encuentran alrededor de 4.620 millones de usuarios a lo largo del mundo, esto significa un incremento interanual de poco más del 10% - alrededor de 404 millones de cibernautas nuevos.
Éste fenómeno se ha vuelto aún más popular al delatar actitudes racistas, clasistas, homofóbicas y machistas. Es un movimiento inmenso que involucra a personas que han perdido sus trabajos por ser canceladas, con todo lo que eso implica, sin la posibilidad remediar sus acciones, quedando para siempre encerradas en un charco de odio público.
El hecho más famoso involucra a una participante del reality show Bake Off. Una persona descubrió una irregularidad de parte de la ganadora –se dio a conocer que no era pastelera amateur, requisito imprescindible para ingresar al programa- la escrachó en las redes sociales, y todo el país pidió por justicia. De un momento a otro Twitter estalló de personas pidiendo un castigo. Por lo que terminó descalificada.
Ya vimos muchas veces estas ejecuciones públicas por causas que podrían considerarse al menos más justificadas, ¿pero tanta importancia y enojo hacía una participante de un programa de televisión?
Agustín Guardis, ex participante de Gran Hermano, fue el participante más querido y apoyado por el público, al menos en sus comienzos, la gente lo apodaba como “Frodo”, y al público que lo seguía se lo denominaba como la “Frodoneta”, incluso llegó a ser el participante con menos votos en una gala, llegó al 0,78%.
Sin embargo, todo esto terminó, cuando en una charla entre él, Alexis Quiroga, Maximiliano Giudici y Marcos Ginocchio, Agustín qué hacía con las fotos sexuales que recibía: "Tengo guardado en el Drive todo, así que, si se manda algún moco, agarro la carpetita...”, hablando de sus exparejas. Al igual que hizo comentarios fuera de lugar y repudiables también, como el que dijo si existiera la posibilidad de que entrara Lali Espósito: “Le hago levantar el dedo aunque no quiera”, haciendo referencia al pedido de la producción de levantar el dedo, como señal de consentimiento, para tener relaciones sexuales.
Todos estos dichos generaron críticas hacía el participante, mensajes de odio y amenazas.
La consecuencia de esto en muchos casos es la pérdida de la capacidad de discusión. Aunque, y pasa mucho hoy en día, se toma su camino radical y aparece la cultura de la cancelación.