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La dopamina es uno de los neurotransmisores más conocidos. Se la suele definir como “la causante de las sensaciones placenteras y la sensación de relajación”. Sin embargo, como explica un artículo de Psicología y Mente, su función va mucho más allá: “con la dopamina y el resto de neurotransmisores ocurre algo que impide que se pueda relacionar estas sustancias con una función muy concreta: influyen en mayor o menor medida en todo el funcionamiento del cerebro en general, en todos los procesos emocionales, cognitivos y vitales que se llevan a cabo en ese momento.” Es decir, está presente cada vez que tomamos decisiones, buscamos recompensas, o incluso cuando navegamos por redes sociales sin ningún objetivo.

Estanislao Bachrach, doctor en Biología Molecular y especialista en neurociencia, sostiene en la entrevista realizada por Migue Granados en su programa La Cruda, llamada “El cerebro” en Youtube, que el cerebro está cableado para buscar placer inmediato, y que el celular es la herramienta perfecta para alimentar este circuito. “Instagram, TikTok, YouTube… son fábricas de microdosis de dopamina. Cada ‘like’, cada notificación, cada nuevo video, activa ese circuito y nos hace volver por más”, comentó.

¿Qué pasa con el Doomscrolling?

Un ejemplo extremo de esta conducta es el doomscrolling, una palabra que define la tendencia a consumir noticias negativas de forma compulsiva en redes sociales o sitios de noticias. Aunque genera ansiedad y malestar, paradójicamente aumenta la liberación de dopamina, lo que crea un ciclo repetitivo difícil de cortar. Como indica el psicólogo Bertrand Regader de Psicología y Mente, “al igual que otras adicciones comportamentales, esta conducta ofrece una falsa sensación de control o preparación ante posibles amenazas, mientras mantiene al cerebro en un estado de sobreestimulación”.

Para Bachrach: “la dopamina no nos hace felices, nos hace buscadores constantes. Por eso no paramos de scrollear: buscamos una recompensa emocional que rara vez llega, pero seguimos intentando”.

¿Cómo afecta esto a las infancias?

Asimismo, el tecnólogo y divulgador argentino Santiago Bilinkis advierte sobre el uso de dispositivos móviles en niños pequeños. En su artículo “El celular, los chicos y la válvula de escape de los padres”, señala que muchos padres recurren a las pantallas para mantener a los niños tranquilos, pero esto puede tener consecuencias negativas: “Los aparatos son eficaces para mantener a los chicos distraídos, pero no pueden ser la única manera que tengan de tranquilizarse. Es fundamental que aprendan a manejar sus emociones y a calmarse usando la palabra. Y también es crucial jugar con ellos” .

Bilinkis destaca que el uso excesivo de pantallas en la infancia puede afectar el desarrollo del lenguaje, la atención y las habilidades socioemocionales. Además, menciona que la exposición temprana a dispositivos puede generar una dependencia similar a la de una droga, debido a la estimulación constante del sistema de recompensa del cerebro.

La estimulación constante del sistema dopaminérgico puede tener efectos adversos. Entre los más comunes: ansiedad, dificultad para concentrarse, trastornos del sueño, e incluso una disminución en la capacidad de disfrutar actividades cotidianas que antes resultaban placenteras. Nuestro umbral de recompensa se eleva y el aburrimiento se vuelve intolerable.

Además, el uso excesivo del celular afecta la calidad del vínculo con los demás y refuerza la procrastinación. Muchos usuarios se refugian en el teléfono para escapar de situaciones incómodas, responsabilidades o incluso emociones no resueltas.

¿Se puede salir de este círculo?

La buena noticia es que sí. La clave está en la toma de conciencia y el entrenamiento de la atención. Algunas estrategias recomendadas son:

  • Establecer momentos sin pantalla, sobre todo antes de dormir.

  • Activar el “modo avión” durante las comidas o reuniones.

  • Cambiar el celular por actividades que también generan dopamina pero sin consecuencias negativas: caminar, leer, conversar, bailar, meditar.

  • Usar aplicaciones de control de uso o alarmas de tiempo en redes.

Como señala Bachrach: “No se trata de demonizar la tecnología, sino de recuperar el control sobre cómo, cuándo y para qué la usamos. El cerebro se puede reentrenar”.

El celular no es el enemigo, pero sí puede convertirse en un problema cuando dejamos que sea él quien nos maneje. Comprender cómo funciona la dopamina en este proceso es el primer paso para hacer un uso más consciente, saludable y humano de nuestras pantallas.

 

 

 

 

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