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Por LOUREIRO, LUCIANO

Estudiante de A 19 días del balotaje

No es novedad que la tecnología avanza con pasos más ligeros que lo que avanza la humanidad. En todos los aspectos de la vida la tecnología llega con su eslogan de facilitar tareas. Con ese objetivo, cada vez se expande más por distintos ámbitos con el fin de modernizar áreas de trabajo, agilizar métodos de compras, facilitar el acceso a ciertos lugares, llegar a lugares sin necesidad de moverse físicamente, y así, podríamos seguir enumerando muchísimas cosas más en las que la tecnología se mete para el progreso.

No entra en discusión que toda actualización es necesaria en todo sentido y en todos los ámbitos. No solo en lo tecnológico sino que también en lo humano. Se actualizan libros, formas de ver la historia, se cambian las teorías a medida que se sigue investigando, la sociedad fue mutando sus formas de vivir, de pensar, de vestimenta, de integrar a las demás personas, etc. El problema se encuentra en cómo se implementa esa modernización y como se utiliza.

Si hablamos de la sociedad, por ejemplo, hoy en día está muy presente el tema de la inclusión como debate diario. El problema de fondo en el debate que se genera no termina siendo la inclusión en sí, sino la forma de hablar. Porque terminar las palabras con “E” parecía, para un grupo determinado, que es la manera de terminar con la discriminación social. Sin embargo, si un mesero atiende al público hablando de esa forma y el restaurante no tiene baños aptos para discapacitados sigue siendo exclusión por más que se utilice el famoso lenguaje de la inclusión. Pero esto pasa porque el lenguaje no hace a la inclusión, los actos, las formas y las leyes sí.

Con esto, retomo la idea de que es necesario la actualización y modernización pero el problema está en el cómo se utiliza, porque de nada sirve modernizar áreas o formas si la utilización que se le da no es la correcta porque, al implementarlo mal, en vez de ser un avance, el resultado terminaría siendo un atraso y una molestia.

El futbol no está ajeno a esta situación. El famoso sistema VAR (Video Assistant Referee), se creó, supuestamente, para facilitar ver las injusticias que el propio juego da naturalmente, por la picardía de los jugadores, sin querer o adrede. Como en todos los juegos existentes, se puede hacer trampa, sin querer o queriendo, o hasta, como diría el Chavo, “sin querer queriendo”.

Este formato, como lo dice su nombre en inglés, graba las escenas de juego para que el árbitro principal si tiene alguna duda pueda apoyarse en el video que los asistentes le hacen llegar.

Ahora, en los papeles está bien escrito, es prolijo y hasta el ambiente futbolero lo festeja porque están cansados de que gracias a los errores humanos, que bien validos están, te cobren un penal que no fue, un gol mal sancionado, no cobren una infracción que el árbitro que no ve porque esta de espaldas a la jugadas. Y así se pueden mencionar cualquier situación que al árbitro se le puede escapar o ver mal. En estos casos, el VAR sirve para detectar todos estos errores humanos y estaría bien aplicado si así se usase.

Pero no es el caso. Con la implementación del VAR, a lo largo de estos primeros años que está en funcionamiento, solo sirvió, en la mayoría de los casos que se utilizó, para dar injusticias al juego, y hasta notar la falta de calidad profesional que tienen los árbitros. Porque si un árbitro, que supuestamente es profesional, catalogado internacional, habiendo estudiado, habiéndose capacitado para su trabajo, teniendo tamaña experiencia dentro del arbitraje para poder dirigir partidos de importancia como en copas internaciones o la primer liga de un país, tiene que ver una jugada más de 3 veces para saber que sancionar, permítanme decirles que además de que están utilizando mal la tecnología, están demostrando lo pésimo que son en su trabajo. Si nos vamos al ámbito educativo, pregúntense que pasaría si un alumno tiene que dar dos o tres veces un examen.

La tecnología llego para modernizar, llego para atrasar, llego para demostrar las falencias y, hasta, las malas intenciones humanas.

La mano del hombre modifica el uso correcto de todo invento. Con un martillo se puede construir o se puede matar a una persona, la diferencia se encuentra en la utilización que le de el humano que posee ese martillo.

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