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“Waly” es un tipo común, amante de la música, el fútbol y la medicina. Sin embargo, Cromañón es una marca que lo acompañará para siempre. Su supervivencia lo motivó a valorar mucho más los momentos. “La vida continúa, lamentablemente, hay que estar un poquito más vivo”.

Walter nos recibe en un Bonafide situado en el barrio de Paternal, el olor a café perfuma el ambiente. Son las seis de la tarde y el clima es ideal: ni mucho frío, ni mucho calor. Junto a él se encuentra su hija, de cuatro años, que llevaba su monopatín como fiel compañero. Tímidamente nos dice que en diciembre cumplirá cinco años y que lo festejará con sus amiguitos del jardín.

30 de diciembre del 2004, una típica noche veraniega de Buenos Aires donde el calor se lleva todo el protagonismo, las calles se encuentran tranquilas y se perciben las vísperas de año nuevo, en la que las familias se reunirían en sus casas chocando las copas cuando el reloj marcara las 12, pero, nadie hubiera imaginado que 194 personas no llegarían a festejar.

Los encuentros no se harían en los hogares, sino en los hospitales o morgues en busca de los cuerpos de algún hermano, amigo, primo o tío. Y los fuegos artificiales no se prenderían, porque ya se habían encargado de incendiar el boliche ubicado Once: República de Cromañón.

Cromañón era un boliche donde se realizaban recitales y eventos, fue inaugurado en 2004. El lugar quedaba en el barrio de Once, su dueño era Rafael Levy , pero lo administraba Omar Chabán, quien había sido dueño de la discoteca “Cemento”.

¿Cómo era tu vida antes de Cromañón?

La vida de un pibe normal, estudiaba, jugaba al fútbol. No tenía ninguna responsabilidad, era una vida totalmente de un chico de 19 años. En ese momento vivía con mi papá, mamá y dos hermanas.

¿Cuál era tu relación con “Callejeros”?

Había conocido a la banda hace un par de años cuando no era muy conocida y a nosotros siempre nos gustaba la idea: -“que mientras menos gente vaya mejor”-. Lo que pasa es que de repente empezó una masividad que es inmanejable, para los músicos más que nada. Nos sorprendió porque era una un grupo más de barrio.

La banda barrial de Villa Celina, “Callejeros” , había llegado el éxito ese mismo año.

¿Qué te acordás de esa noche?

Todo. Desde que salí de mi casa, que estuve con mis amigos a la tarde pensando que íbamos a hacer. Fui a los tres recitales que se hicieron en Cromañón, mis amigos solo fueron al tercero.

Después llegamos y lo que pasaba en todos los recitales, te revisan, tomás algo antes de entrar. Vas y disfrutás el recital.  Fue todo muy rápido, no disfrutamos nada porque en el primer tema se cortó la luz. En mi caso, estaba adelante de todos, se vio fuego en el techo y se hizo un círculo en el medio, como un pogo. Ahí fue cuando se apagaron todas las luces.

¿Viste a la persona de la bengala?

No, porque cuando vas a un recital pensás más en ir a divertirte que en si va a ocurrir algo así. El primer día hubo más pirotecnia, el segundo un poquito menos y el tercero fue como un fósforo que prendió todo.

¿Habías vivido antes una situación de parecida, como de peligro?

De ese tipo no, donde pienses que perdés la vida no. Ahí sí, parecía que se terminó acá, es como que estás en una situación de la nada misma, porque la desesperación de la gente te pone a vos en jaque de decir: “¿Qué hago?”.

¿Cuándo entraron habían sentido una sensación extraña?

Desde los 14, 15 años que iba a recitales y no me parecía nada distinto de lo que había vivido. La diferencia es que era un lugar cerrado como otros tantos y pasó porque se dieron muchas cosas para que suceda esa tragedia.

¿Cómo hicieron para salir de ahí?

Hicimos fuerza y salí solo, perdí a mis amigos cuando se apagaron las luces, ¿Y viste cuando cerrás los ojos y no ves nada? Era así. Lo único que sentía era el olor al humo de la media sombra quemada.

Por suerte todos salimos y nos encontramos con el panorama que luego se vio en la televisión

¿Cómo hiciste para comunicarte con tu familia?

Lo único que me había llevado era la plata para ir y venir, en ese momento no existía la tarjeta sube y tenía un celular de los primeros. Llamé a mi casa y me atendió mi hermana, le dije que no encontrábamos a uno de mis amigos. Cuando apareció nos volvimos a comunicar.

Mi viejo estaba durmiendo, no lo despertamos. Se enteró al otro día.

¿Lo llegaste a superar?

Sí, porque te mandaban a hacer una terapia, como toda tragedia, y la verdad que no sentía ni culpa, ni nada. Salí de un lugar que me podía haber sucedido algo y no me pasó, estuve con mis amigos que tampoco sufrieron nada. Ahora, si les hubiera pasado…

Hoy y en ese momento, tenía muy claro que estaba entero y que la vida continuaba. Claramente me daba pena lo que había pasado, no es que no me importaba. Pero estaba tranquilo conmigo de que no podía haber hecho más de lo que hice. La culpa no me mató.

¿Sentís que la banda tuvo responsabilidad esa noche?

Obvio, todos tenemos responsabilidad cuando pasa algo malo. Es decir: la banda tendrá la suya, yo tengo la mía, el Estado la suya, es una cadena de responsabilidades. Todos se tienen que hacer cargo.

Los músicos van a tocar, se rodean de un montón de garcas que lamentablemente les chupa un huevo y no van a ser los primeros ni los últimos, porque ya sabemos que el rock es un negocio como cualquier otro y eso importa más que la gente.

¿Crees que tu punto de vista sobre el hecho es distinto debido a tu experiencia?

Mi vivencia no es trágica por suerte, si puedo contarlo. Tengo una mirada más crítica que otros que han pasado una tragedia donde dejaron la vida. He estado en reuniones de los padres, movimientos de este tema y la verdad es que el público está bastante repartido. Estamos todos los que tenemos una mirada crítica y  los que responsabilizaban a la banda .

Su pasión por la música:

Waly” después de esa noche no dejó de seguir al grupo de rock, es más, nunca abandonó los recitales. Ni la oscuridad lo frenó.

“Divididos”; “Eruca Sativa”; “Don Osvaldo”;” La renga”; “Los piojos”, son algunas de sus bandas favoritas, aunque asegura que es muy abierto a escuchar todos los estilos.

¿Qué sentís hoy por la música?

Me encanta, toqué la guitarra, canto. Es una creación de los humanos increíble. La música no mata a nadie, esa es la realidad.

El entrevistado llevaba puesta una campera bordó y  debajo una remera con la letra de la canción “Canguro”, escrita por el artista de freestyle Wos.

¿Este amor por la música viene de familia o lo fuiste descubriendo vos a lo largo de tu vida?

La música describe un montón de facetas de uno, más si vos te pones a hacer música y como que podés sacar cosas que tal vez no las puedas decir de una forma que no sea mediante el arte. Es un buen camino para hacer catarsis.

La vida después de la tragedia:

Se recibió de médico hace siete años en la Universidad de Buenos Aires, ahora realiza la residencia con la especialidad en traumatología. Allí se encargan del tratamiento de los huesos, músculos, articulaciones y tendones. Asimismo, abarcan las cirugías, consultorio y guardias.

Lo que pasó esa noche, ¿influyó en tu decisión d estudiar medicina?

Puede ser, igual quería ser doctor, antes de Cromañón. En ese momento no me sentí capaz, creo que fui inteligente, de no entrar al lugar. No me culpo tampoco, pero siento que no tenía la capacidad de asistir a alguien. Me parece que, si no estás preparado podés hacer cagada, eso después me lo demostró la experiencia.

¿Hubo algún momento que te arrepentiste de la carrera?

Creo que sí, porque le estas dedicando un montón de tiempo, te frustra un poco que las cosas no son como uno cree a veces. Tenés unas expectativas, existe la realidad después y a pesar de todo hay que pelearla. Te da ganas de tirar todo al carajo más de una vez, lo que pasa es que no soy fácil de bajar los brazos.

¿Cómo hiciste para encontrar la motivación?

Es saber que vos tenés un oficio y eso te va a dar para vivir. La verdad es que no quiero vivir de otra cosa que no sea lo que estoy haciendo ahora. He laburado en la calle sin obra social, sin nada y ahora tengo un trabajo en blanco medianamente respetable, vacaciones, aguinaldo, tengo cosas que nunca había tenido.

¿Cuál es la proporción de hombres y mujeres que estudian la carrera?

80% mujeres y 20% hombres, antes era al revés. Tiene una explicación: la medicina ha perdido valoración en el mercado y quieras o no el hombre ha dejado por otras carreras que generan más guita, ahí está un poco el machismo si te pones a pensar. Las mujeres ahora se encargan de algo que el hombre ya se niegan a hacer,  pero igual no es una carrera que vaya a ser pobre. Hay algunos servicios como en los quirúrgicos, cirugía general, traumatología, que son todos hombres y expulsan a las mujeres, les hacen bullying.

¿Qué tipo de bullying?

Discriminación, agresión. La formación médica a veces arrastra vicios, actitudes horribles, que no son humanas como tratar mal a alguien por no hacer algo bien o desmerecer. Eso hace que desmotive a todo el que está ahí. Entonces, si sos mujer y te metés en un lugar hostil tenés que ser muy fuerte para bancártela porque te van a tratar de volver loca para que te vayas.

Walter afirmó que eso no pasa en el Hospital Durán, donde trabaja actualmente, ahí hay jefas mujeres. Que tiene una compañera que se recibió con él y cuando entró había tres colegas más. Sin embargo, el comentario machista es inevitable, como en todos lados. Nos comentó que estos episodios son cotidianos y proviene de la gente mayor, criada en un contexto patriarcal.

De igual modo, se recibe mucho maltrato por parte de los residentes superiores o los cirujanos, por el simple hecho de no cumplir con lo que ellos desean. Es la exigencia mediante la violencia.

¿Crees que tanto la sociedad, como los jóvenes aprendieron algo con lo que pasó en Cromañón?

Esas cosas le quedan a la sociedad porque se tocaron la vida de los jóvenes y eso es fuerte, que mueran personas en un lugar es una locura. Me parece que la gente cambió, a los chicos de nuestra edad nos quedó eso de los lugares.

 

 

 

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