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Por GROSMAN ORLANDO, AMPARO

Estudiante de La serie definitiva de la liga más competitiva del mundo abre sus puertas de cara a lo que serán las finales de la NBA 2024.

La delegación argentina viajó a Washington con una misión que, a primera vista, parece estratégica: eliminar los aranceles recíprocos impuestos por la administración Trump y sentar las bases de un nuevo acuerdo comercial con Estados Unidos. Sin embargo, debajo del lenguaje técnico y diplomático, hay una realidad menos visible pero igual de importante: el riesgo de negociar desde la debilidad.

El gobierno de Javier Milei se muestra entusiasmado con la posibilidad de avanzar hacia un tratado bilateral que dinamice las exportaciones y atraiga inversiones. Pero ese entusiasmo contrasta con las condiciones exigidas por la Oficina del Representante Comercial de EE.UU. (USTR), que van desde cambios en la legislación de patentes hasta la flexibilización del uso de nombres de productos protegidos por indicación geográfica.

No es nuevo que Estados Unidos imponga condiciones. Lo preocupante es cuán preparado está nuestro país para aceptarlas sin resignar soberanía productiva ni debilitar aún más a sectores que ya vienen golpeados por la apertura indiscriminada. El modelo económico que se negocia no es neutro: tiene ganadores y perdedores. Y la historia reciente muestra que, cuando no hay una estrategia sólida detrás, suelen perder los mismos de siempre.

En paralelo, Milei ha dejado entrever que estaría dispuesto a reformular —o incluso abandonar— el Mercosur si eso facilita un entendimiento con EE.UU. Esa declaración, lejos de fortalecer la posición negociadora argentina, podría debilitarla. Romper con un bloque regional sin una alternativa concreta y consensuada no es audacia; es improvisación.

La política exterior comercial no puede reducirse a una agenda de buenos modales con Washington. Tampoco puede guiarse solo por la lógica del mercado. Tiene que pensarse en función del desarrollo nacional, con planificación, diálogo con el sector productivo y mirada de largo plazo.

Negociar sí. Ceder, cuando es necesario, también. Pero entregar sin condiciones, sin medir las consecuencias ni consultar con quienes se verán afectados, es otra cosa. Argentina necesita acuerdos que la fortalezcan, no que la dejen más expuesta.

Las conversaciones en Washington seguirán. El desenlace aún es incierto. Pero lo que sí está claro es que esta pulseada no es solo por aranceles: es por el modelo de país que se quiere construir.

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