La calidez que había en el Museo del Libro y de la Lengua contrastaba a la perfección con el gélido clima de aquel martes 1.º de julio de 2025. No sólo por las estufas y caloventores, ni los televisores de antaño, ni las viejas cartas de escritores argentinos dentro de mesas de cristal del salón, sino por la propia efervescencia del público que se había reunido allí para acompañar el lanzamiento “El periodismo es lindo porque se conoce gente”, de Carlos Ulanovsky.
Apodado como “Ula”, y definido por él mismo como hincha de Racing antes que todo. El mítico periodista, escritor, docente e historiador argentino continua, a sus 81 años, reivindicando el oficio, con la misma curiosidad y pasión, de su ya lejano comienzo, allá por el año 1963. presentó su libro, con invitados de lujo como Claudia Acuña (escritora, periodista, y primera mujer en ganar el premio Rey de España), Luis Alberto Quevedo (sociólogo, profesor e investigador especializado en medios de comunicación), y Camilo Sánchez (escritor, periodista y fundador de la revista DangDai).
La convocatoria fue a las 18:30hs en el auditorio David Viñas del museo. Quince minutos antes del inicio, las personas comenzaron a llenar el museo. Sobre la entrada había un humilde puesto que vendía el libro, más adentro, estaba Ula, que, entre fotos, abrazos y reencuentros con viejos conocidos, firmaba todas las ediciones, con especiales dedicatorias, sobre una mesa de vidrio.
La presentación comenzó más tarde debido a que se colmó el auditorio y las personas no cabían en el lugar. Sobre el escenario había cuatro sillas negras, una mesita con agua, mientras que de fondo se veía un video promocional del libro, que pasaba distintas ilustraciones del mismo.
Sentado al lado nuestro, Nino Ramella, un ex periodista de La Nación de la década de los 70 y 80, y ex secretario de Cultura en Mar del Plata, íntimo amigo de Ulanovsky, conversó con nosotros antes de que inicie la presentación como cambiaron las formas de redacción, el método con el que se trabaja, describiendo como antes, en las redacciones, había editores y filólogos que revisaban las notas, llegándose incluso a pelear con la Real Academia Española: “Como cambió todo ahora que el mismo diario se le escapan notas con Chat GPT”, criticó.
Se hicieron las 18:45, y se dio inicio a la charla. Tras un breve saludo de la directora del museo, Ula relató las “picardías” que lo empujaron a recopilar anécdotas de redacción y lo llevaron a reflexionar la forma en la que cambió el periodismo con la llegada del siglo XXI, y el avance de las tecnologías: “Escribí estas 256 páginas para que perduren estos trucos de la profesión que nos enseñan en ningún manual: la mirada cómplice, el silencio que vale un título y la astucia para romper solemnidades”, enfatizó, despertando risas cómplices en las filas del fondo donde había varios antiguos colegas periodistas.
Anécdotas y Picardías
Claudia Acuña recordó el valor del periodismo en los tiempos que corren, donde la profesión es criticada por el gobierno: “No amamos suficiente a periodistas”, remarcó y terminó destacando una frase del libro de Ula: “La picardía es un tesoro criollo que el periodismo ejercita mejor que la gramática, sin ella el periodista es un empleado administrativo que, en el mejor de los casos, escribe lindo”.
Siguiendo la línea de Claudia, Luis Alberto Quevedo y Camilo Sanches coincidieron, entre anécdotas y chistes muy precisos para la audiencia, como cambiaron las formas de hacer periodismo, el ambiente de las redacciones, el contacto físico con el otro, y la forma en la que Ula te lleva a esas épocas pasadas.
Dedicatoria a lo que está por venir
Tras un intercambio exquisito de palabras entre los invitados, se dio fin a la presentación que tardó exactamente una hora. El público se levantó y aplaudió enardecidamente a Ula, luego, empezaron a acercarse como en un acordeón de fotos, firmas y dedicatorias que no cabían en la mesa. Antes de retirarse, Ulanovsky nos firmó y nos dedicó uno de los libros: “Ojalá un día te des cuenta que esto es cierto. Suerte en la carrera”, destacó.
Afuera seguía haciendo frío, pero cualquiera que hubiera estado en el auditorio podía confirmar que, al menos, por un rato, el oficio volvió a sentirse cálido, colectivo y necesario.
Redacción: Mateo Alucín y Agustín Lauría