El miercoles 20 de agosto San Lorenzo visitó Brasil, Belo Horizonte especificamente, para concluir la serie de octavos de final de Copa Libertadores frente a Atlético Mineiro. La semana pasada la llave quedó abierta, tras el empate en el Pedro Bidegain por 1-1, por lo que el ciclón tenía un partido picante por delante. Esto se hizo sentir en las tribunas. En el segundo tiempo, cuando los locales ya habían conseguido la ventaja definitiva, la policía brasileña hizo lo que es su costumbre, violentar a la visita. Palazos y gases sufrieron los cuervos. Tan desmedido fue, que por minutos se detuvo el encuentro. Ya que el gas alcanzó al terreno de juego y a sus protagonistas, espantados por los hechos, por lo menos los azulgranas, nula empatía de parte de los locales. Esto no concluyó en el estadio, como el choque deportivo. A la vuelta para el país, las fuerzas locales detuvieron a tres hinchas que tenían golpes y marcas de la violencia realizada en el Mineirao. Por si a todos estos actos les faltaba algo, también existió persecución a sus víctimas.
Pero esto no es un hecho aislado, sino una regla que se cumple cada vez que un equipo va a hacer de visitante en esas tierras. Incidentes en el Argentinos Juniors - Fluminense de la Copa Libertadores pasada, en el Maracaná. Hinchas de Santos rompiendo billetes en la cara de los hinchas de Newell's en la edición anterior de la Sudamericana. Misma acción de los del Cruzeiro en la Bombonera hace unos días en el cruce de ida de octavos. El calvario de los xeneizes en Rio de Janeiro para la final de la Copa Libertadores 2023 frente a Fluminense, que era local. Y las agresiones que casi suspenden un Brasil-Argentina de Eliminatorias Sudamericanas. Estas son demostraciones, entre tantas otras, de la protección que recibe Brasil en este ámbito, pudiendo ser violentos con total impunidad, por eso me voy a quedar con los últimos dos casos mencionados.
En la previa de la última final de la Copa Libertadores, se podía palpar la tensión desde que se conocían los rivales a disputarse el trofeo y donde se daría la batalla. La Conmebol ya había anunciado hace tiempo que el encuentro se iba a dar en el mítico estadio Maracaná, donde el "Flu" hace de local habitualmente. Ante esto no hubo un cambio de sede, y se dio una movilización histórica de cien mil argentinos a la capital carióca. La calma pendía de un hilo, y se descontoló por quienes vienen siendo mencionados a lo largo de esta nota: las fuerzas policiales. Los días previos se vieron imágenes espantosas, donde era una caza de brujas hacia todo aquel que tenga una camiseta azul y amarilla. Golpes y detenciones fueron moneda corriente en la antesala de lo futbolístico, y la Conmebol solo se dignó a expresarse en este comunicado:
"La Conmebol hace un llamado a los hinchas de Boca Juniors y Fluminense a compartir todos juntos los momentos de alegría y celebración que nos dan nuestro fútbol. Los valores del deporte que más nos apasiona deben ser inspiradores de conductas de paz y armonía. Por eso, repudiamos los actos de violencia y racismo que se puedan producir en el marco de esta final"
La organización no tomó cartas en el asunto y el horror se vivió hasta las puertas del estadio, donde gente con entrada se quedó afuera y lastimada, en un bochorno histórico.
Otra página negra se vivió en ese mismo escenario, a los pocos días de la coronación de Fluminense ante Boca Juniors. El 21 de noviembre del año pasado, Argentina era visitante de la "canarinha" por las eliminatorias rumbo al Mundial 2026. Todo transcurrió con relativa normalidad hasta que los protagonistas ingresaron al verde cesped. Allí divisaron como la gente del campeón del mundo, pegada a los locales, comenzaba a ser violentada por camisetas amarillas y chalecos oficiales. Una imagen espantosa y atemorizante, ya que estaban los familiares de los jugadores metidos ahí.
Ante esto reaccionaron los dirigidos por Scaloni, que corrieron hasta esa zona (incluso algunos se metieron a la tribuna), tratando de separar y buscar la protección de sus familias. Luego de esto volvieron al vestuario con claras intenciones de no disputar un partido de fútbol en estas escandalosas condiciones. 20 minutos después volvieron a salir, con Lionel Messi a la cabeza, ya habiendose asegurado el bienestar de sus seres queridos. Así fue la previa al triunfo histórico con gol de Nicolás Otamendi, con la sangre en el ojo.
Pero esto no fue todo. En enero de 2024, la Comisión Disciplinaria de la FIFA sancionó a Brasil con tan solo una multa económica, de 50.000 francos suizos (59.000 dólares). Esto por “no poder mantener la ley y el orden” en el estadio. Mientras que Argentina fue multada con 20.000 francos suizos (23.000 dólares) por “falta de orden y disciplina dentro y fuera del estadio”. Una sanción leve, acorde a la impunidad total, y una sanción por proteger a los propios.
Actos vergonzos hemos visto, vemos y veremos hasta que esto tenga por fin un freno.