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Por Barbara Mendez

Estudiante de Música-Pop

En estos días, el mundo mira con preocupación el conflicto entre Israel e Irán. Los ataques cruzados, las amenazas nucleares y los bombardeos a instalaciones militares generaron una tensión que va mucho más allá de la región. Pero aunque parezca una guerra ajena, Argentina tiene un recorrido propio en esta historia.

La relación de Argentina con Israel no es nueva. En 1949, durante el primer gobierno de Juan Domingo Perón, nuestro país fue uno de los primeros en reconocer oficialmente al Estado de Israel. Fue una decisión diplomática importante, en un contexto global marcado por el fin de la Segunda Guerra Mundial y la creación de nuevos estados. Más allá de las lecturas ideológicas que puedan hacerse hoy, lo cierto es que desde entonces Argentina sostuvo, con altibajos, un vínculo particular con el pueblo judío y con Medio Oriente en general.

Décadas más tarde, ese vínculo se vio cuestionado por el acuerdo más polémico de la política exterior argentina reciente: el memorándum con Irán firmado durante el segundo mandato de Cristina Fernández de Kirchner. El objetivo declarado era avanzar con la causa por el atentado a la AMIA, pero el trasfondo político generó sospechas de encubrimiento y terminó con la denuncia del fiscal Alberto Nisman, que apareció muerto pocos días después.

Hoy, con Javier Milei en el poder, Argentina adoptó una postura directa: alineamiento con Israel, con Estados Unidos y con lo que el presidente define como “los valores de Occidente”. Su respaldo al gobierno israelí se hizo explícito después del ataque de Hamás en octubre de 2023, y se mantiene en este nuevo escenario de guerra abierta con Irán.

Mientras tanto, países como Cuba llaman a la paz, alertan sobre el peligro nuclear y acusan a Estados Unidos de escalar el conflicto. Israel asegura haber destruido cientos de lanzadores de misiles iraníes, e Irán ya ha lanzado más de mil drones, según fuentes militares. Los muertos se cuentan de a decenas y el riesgo de una escalada mayor está latente.

En este contexto, la posición argentina no es menor. La política exterior no solo habla del vínculo con otros países: también dice algo de la identidad y el lugar que una nación quiere ocupar en el mundo. Y ese lugar, al menos hoy, está marcado con claridad.

 

 

 

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