Durante su show en el Quilmes Rock 2025, Dillom generó una fuerte polémica al modificar en vivo la letra de su canción “Buenos Tiempos”, cambiando la frase original “el día que muera, moriré en mi ley” por un provocador “el día que muera, morirá Milei”. El gesto, realizado en Tecnópolis frente a una multitud, formó parte de una puesta escénica cargada de teatralidad y fue leído como un acto de confrontación política. La performance desató una ola de reacciones en redes sociales y medios de comunicación, que no tardaron en amplificar la controversia.
El arte como postura política
Mucho se discutió en torno a si el gesto fue irrespetuoso. Sin embargo, el planteo es claro: el artista es un sujeto, y como tal, tiene una opinión. Hacer arte es tomar posición, y dar tu opinión es una forma de crear. En este caso, la crítica estuvo dirigida exclusivamente al presidente, una figura de poder que, en lugar de escandalizarse por una letra, quizás debería preocuparse más por los problemas de fondo que atraviesan al país.
Lejos de ser un exabrupto, la intervención de Dillom se inscribe en una tradición artística de protesta que incomoda, pero también activa el debate. No se trata de faltar el respeto, sino de interpelar.
Fake news y el comunicado falso
Poco después del show, comenzó a circular por redes un comunicado falso atribuido a los organizadores del festival, en el que se anunciaba que Dillom no sería invitado a futuras ediciones del Quilmes Rock por “no representar los valores del evento”.
Sin embargo, desde las cuentas oficiales de @cervezaquilmes y @popartmusicarg desmintieron rápidamente el comunicado, recordando que esas son las únicas fuentes oficiales del festival. La aclaración llegó, pero el contenido falso ya se había instalado en la conversación pública.
Cuando el escenario incomoda
No es la primera vez que Dillom usa el escenario para manifestarse. En el Cosquín Rock 2024 también alteró letras para criticar al entonces ministro de Economía, Luis Caputo. Su discurso artístico se alimenta del caos y la disconformidad, pero también de una intención clara: sacudir lo establecido.
La actuación generó reacciones polarizadas: para algunos fue una provocación innecesaria; para otros, una muestra de que el arte todavía tiene poder. Poder para decir lo que molesta. Poder para hacer pensar. Y también, por qué no, poder para molestar al poder.