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El sábado 5 de abril, en Tecnópolis, se celebró una nueva edición del Quilmes Rock.

Fui con mi hermana Juana sin imaginar que esa tarde de bandas nacionales y pogo compartido se convertiría en una experiencia que todavía nos retumba en el cuerpo. Entre guitarrazos, gritos y abrazos, vivimos un show que no solo nos unió como hermanas, sino también como parte de una memoria colectiva: después del show de Dillom, un grupo de excombatientes subió al escenario y nos hizo vibrar con un homenaje a Malvinas que, por un instante, redefinió lo que entendemos por “rock”.

La chispa del mediodía: Maze y Zoe Gotusso

A las 15:30, Maze irrumpió en el Escenario Géiser con un pulso eléctrico y nostálgico que nos puso en alerta desde el primer acorde. Media hora después, corrimos al Escenario Quilmes para llegar justo a la segunda canción de Zoe Gotusso, que abrió su set con “Pensando en ti” y siguió con “Carta para no llorar”.

Cuando anunció “Lara” e invitó a Candela, una fanática entre el público, a cantar con ella, el sol y las voces se fusionaron en uno de los instantes más mágicos de la tarde.

Decisiones al sol: Estelares y La Vela Puerca

Media hora más tarde, Estelares tomó el Escenario Rock y arremetió con “Un día perfecto”, seguido de “Es el amor”, canciones que Manuel Moretti escribió para sus hijas y que explotaron en el aire como himnos de melancolía y esperanza. 

A las 17:00, con el sol todavía implacable, corrimos al Escenario Quilmes para no perdernos a La Vela Puerca, banda uruguaya declarada Ciudadana Ilustre de Montevideo en 2016 un 18 de noviembre (un día después de mi cumpleaños). Su energía desbordante nos hizo saltar, pero en medio de la euforia, me escapé un momento para tatuarme gratis algo que atesoraré como recuerdo de esta jornada irrepetible.

Conocí a grandes personas ayer: gracias al tatuador Iván, a Juan y a Franco, gracias a las más de tres Juanas, y especialmente gracias a Paula, que no solo se tatuó conmigo, sino que fue una compañía inolvidable para nosotras.

El homenaje y la apertura de Dillom

A las 18:20, Dillom tomó el Escenario Rock y, con una energía arrolladora, abrió su show con “(Irreversible)”, encendiendo al público desde el primer acorde. A medida que avanzaba su setlist, temas como “Coyote”, “Piso 13” y “Mick Jagger” resonaron con fuerza, creando una atmósfera de euforia colectiva. 

La conexión entre Dillom y la audiencia fue palpable, cada canción parecía intensificar ese vínculo único que solo la música en vivo puede forjar.

Al finalizar su actuación, en un gesto que trascendió lo musical, Dillom invitó al escenario a excombatientes de la Guerra de Malvinas para rendirles un sentido homenaje. Este momento, cargado de emoción y respeto, nos recordó el poder del rock como vehículo de memoria y unión colectiva. La ovación del público fue un testimonio del impacto de este tributo.

Quiero expresar mi más profundo agradecimiento a Dillom por su entrega artística y por brindarnos un espectáculo que, además de deleitarnos musicalmente, nos conmovió hasta lo más profundo del alma. Su capacidad para fusionar arte y conciencia social es verdaderamente admirable.

Pity Álvarez, Calamaro y el eco de Las Pelotas

Antes de la presentación de Calamaro, las pantallas del estadio proyectaron un video de Pity Álvarez: “Me muero por estar ahí”, dijo el cantante de Viejas Locas e Intoxicados, y el público explotó de emoción. 

Querido Cris, si leés esto, ojalá sepas que no estás solo. Sabemos que estás atravesando un momento delicado, intentando reconstruirte lejos de los escenarios, y eso también es parte del camino. Tómate el tiempo que necesites, porque vos lo dijiste: “Para dejar, hay que beber. Para morir, primero hay que nacer.”

A veces el rock también es eso: detenerse, mirarse hacia adentro y volver cuando uno se sienta listo. Y si alguien que lee esto está en la misma, que sepa que hay lugar en esta música, en esta vida, para sanar.

A las 20:25, Andrés Calamaro tomó el Escenario Quilmes y repasó clásicos como “Output‑Input”, “Sin documentos”, “Loco” y “Clonazepán y circo”. Fueron “Mi enfermedad”, “Crímenes perfectos”, “Alta suciedad” y “Flaca” las más coreadas.

 Cuando entonó “Voy a vivir, para repetir otra vez este momento” sentí un nudo en la garganta y miré a mi hermanita al lado mio… Ojalá en un tiempo escuches “Paloma” y entiendas lo que yo sentí en ese momento, te amo Juanita.

Mientras tanto, desde el Escenario Quilmes sonaban Las Pelotas. Cantamos “Personalmente” con las últimas fuerzas que nos quedaban y escuchamos “Día feliz” desde la distancia, porque decidimos quedarnos en el Escenario Rock para estar bien ubicadas para Andrés Calamaro, que tocaba después. 

Sabíamos que si te vas muy sobre la hora, llegar adelante no es tan fácil… pero de eso, y de los códigos no escritos del recital, voy a hablar un poco más adelante.

Decepciones y hallazgos: Vilma Palma e Joystick

La tarde se estiró hacia el Pop Art con Vilma Palma e Vampiros Mario Gómez, Natalia Moscariello, Karina Di Lorenzo, Fabiana Díaz y Berenice Ruan, pero su show quedó corto: esperaba verlas a ellas en primer plano y en cambio el cantante repartió instrucciones de pogo: “somos gente más grande pero pueden saltar igual… ¿y acá es así el público?”. 

Harta de imposiciones, mi hermana y yo nos escapamos para saltar donde no nos lo imponían al Géiser, para descubrir a Joystick: Pano Benincasa, Augusto Tasello, Mateo Sinicich y Luciano “Cliford” Dituro, una banda que desprendía sex appeal crudo y directo

Al terminar, nos agarró hambre y compramos una hamburguesa rosa de remolacha con papas por $16.000 cada una (caro, pero objetivo). Mientras masticábamos la última mordida, en el escenario de al lado sonaba Mujer Cebra con “Fantasma” y “Adrenalina”.

El frío y el cansancio nos alcanzaron, y aprovechando que las salidas no estaban colapsadas nos fuimos con nuestro chofer Pablo, al que le pedí el álbum A Contraluz de La Vela Puerca, banda que descubrí a los 10 años gracias a una profesora con su portada tatuada.

Andrés Calamaro: “Soy un músico de Rock y terminé haciendo canciones porque alguien tiene que hacerlas y cantarlas.”

Al terminar la última canción, con los oídos aún zumbando y la tinta del recuerdo fresca en la piel, comprendí que cada riff, cada salto y cada gota de sudor forman parte de un pacto silencioso entre quienes amamos el ritual del rock. Si llegás tarde, no avances a empujones: asumí que hay gente esperando desde antes y dejá que el pogo sea tu vía de ingreso; en esos movimientos compartidos laten los códigos de todo recital. 

Después de tanto sonido, tinta y sudor, el recuerdo queda tatuado en el alma. Y después de todo, vuelvo a preguntarme y a preguntarles:

¿Qué es el rock?

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