11 de septiembre de 2023
Escrita por Camill Couly Druille
Alejandro “Mono” Serra nació en San Telmo, Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Argentina), en el año 1987. Su padre era uruguayo, portero de edificio de San Telmo; su madre argentina, era secretaria administrativa, y cantante y guitarrista amateur. Creció como hermano menor junto a su hermana y hermano, aunque solo él desarrolló su pasión por la música.
Una “turbulenta” infancia
Sus comienzos en la música siempre han sido una duda constante entre la gente que lo conoce y para él mismo. Él llama “lagunas mentales” a su falta de recuerdo y se justifica alegando “capaz que me pongo a hablar de muchas cosas muy detalladamente, pero se me escapan muchas otras que también fueron increíbles. Fue mucha vida en poco tiempo”. Pero aun así puede trazar una línea temporal sobre su vida junto a la música.
- ¿Cómo fue tu niñez?
- Introspectiva. Tratando de entender lo que estaba pasando.
- ¿Con vos o con el mundo que te rodeaba?
- Con las relaciones, la gente. Me daba mucha curiosidad todo y ya había empezado a sobre-pensar. En casa mi mamá cantaba y tocaba la guitarra y siempre me gustó hacer armonías. Cuando ella estaba embarazada de mí, ella tocaba la guitarra y yo creo que esas vibraciones de la guitarra a la panza te vuelven un poco loco siendo un feto.
La infancia del Mono fue dura. Tras la pérdida de su madre a los 12 años, la relación con su padre empezó a transformarse. “La muerte de mi mamá fue muy turbulenta. No solo para mí, sino también para mí papá”, expresó melancólicamente mientras recordaba esos momentos.
El tiempo es tirano, y aunque demuestra una gran seguridad en sus palabras, levanta sus cejas y sus ojos se pierden en algún lugar de la habitación mientras recuerda esos momentos, como si una parte de él quisiera volver a revivirlos otra vez. “Después lo entendí con el tiempo, pero él [su padre] veía como yo me estaba descarriando”, enfatizó luego de una larga introducción a esta peculiar relación.
- Nadie te enseña, tanto a ellos como a mí, a vivir, relacionarte, a nada. Fue muy complicado, hubo momentos muy turbulentos. Bueno, yo a los 15 me fui de casa. Me fui de casa todo mal. La puerta cerrándose de atrás, mi viejo diciendo “no vuelvas más”. En si él me echó, pero yo me quería ir. Llegó al punto de echarme porque a mí ya no me importaba. Siempre era tan medido que pensaba que el que yo me fuera lo iba a lastimar más que él.
Interminable travesía hacia la libertad
Luego de ser echado por su padre, dejó el colegio y comenzó a buscar trabajos que le generaran algún redito económico estable, pero ninguno de estos estaba relacionado con la música. Hasta que, pasados 5 años, su carrera profesional consiguió un inicio inesperado. Con solo 20 años (2007) viajó a Montevideo (Uruguay), donde decidió comenzar a tocar en una plaza de la ciudad llamada “Los 33 orientales”. Así relata aquella experiencia:
- Fui con toda la vergüenza del mundo, no estaba en mi país y se me caía la cara de la vergüenza. Me senté en el banquito todo tímido, puse la funda abierta y me puse a tocar unas canciones de Charly y Spinetta. De repente, había círculos de gente ‘agitando’, ¡fue espectacular! Hice en ese momento más plata de la que había llevado, conocí a un montón de gente. Me solté como nunca me había soltado en mi vida. Toqué la guitarra con la boca, di una vuelta de carnero, pasaba corriendo manteniendo un grito tocándole las manos a todos. ¡Una energía tremenda! Me solté y empecé a jugar como nunca. Sentí una libertad espectacular y eso fue de lo segundo que me enamoré en mi vida: la libertad que me atravesó en ese momento. (...) Ahí fue un antes y un después. El primero había sido cuando falleció mi mamá y el segundo fue este, en el que dije, “Era acá, era esta libertad”. Era cantar, era hacerlo para la gente y que ellos colaboren con lo que sientan que vale ese momento que le puedo brindar o generar. Me hace bien a mí, le hace bien al otro, ¡es espectacular!
Tras aquella vivencia con la música, el Mono decidió continuar aquel viaje de forma indeterminada. Durante cuatro años, viajó por la costa uruguaya sin mapa ni rumbo, solo con su guitarra. Entró en contacto con diferentes artistas de la región y su nombre fue resonando por los diferentes pueblos y ciudades. En el 2010, llegó a uno de sus parajes más emblemáticos de su carrera, La Pedreda, balneario turístico conocido por tener una única calle en su locación, donde se encuentra con Eco López y Leila (no dice su apellido), reconocidas artistas uruguayas que, al igual que él, viajaban por diferentes lugares del país tocando su música.
Siguiendo la ruta costera, cruzó la frontera rumbo a Brasil. En una de sus primeras paradas conoció a la banda británica Ten Sixties, quienes luego de escucharlo cantar decidieron invitarlo a su gira por el país. Fue así como el artista recorrió el extenso territorio de norte a sur, tocando en diferentes escenarios, componiendo música y disfrutando de aquella aventura, que recuerda de esta manera:
- Todo se fue dando en el descubrir de mi libertad, entonces era el descubrir de todo. Como cuando sos un nene y hacés algo nuevo y lo haces mil veces. Bueno, lo mismo. Nadaba, estaba negro como un carbón, dormía en la playa, me miraba las uñas y eran blancas. Las fotos de esa época emanan esa libertad.
Cambio de rumbo: aparición en La Voz
En el 2012 vuelve a Argentina, se reencuentra con su familia y decide asentarse un tiempo en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires antes de emprender de nuevo su alocada travesía. Fue en ese momento cuando el formato televisivo de entretenimiento La Voz arribaba al país con su primera edición y su publicidad estaba latente en todas las provincias. Al verla, el Mono decidió probar suerte e ir a uno de los castings que se realizaban en Capital Federal. “Sabía que la iba a romper toda, que los iba a sorprender mal. Ahí ya estaba con la seguridad a pleno. Después de los 20 mi seguridad hizo un salto tremendo y ya sabía que los iba a volver locos”, rememora entre risas. Y así fue. Logró quedar seleccionado y llegar hasta semifinales gracias al amor del público y la gran confianza que portaba encima.
Pero después de aquella competencia comenzó a sufrir depresión. La exposición mediática en la televisión y en radio repercutió en su día a día, generando un cambio rotundo en su salud mental.
- Empecé a dejarle ser a una parte muy toxica mía, que fue la que dijo “ok, me toca a mí” y se empezó a expresar con todo ese dolor. Se había acabado el aprender y comenzó a brotar el sufrimiento, los excesos, el replanteamiento, el disgusto hacia el cariño de la gente, y entre en esa. Pero aprendí una barbaridad y crecí mucho en estabilidad emocional dándome muchos palos y pasando momentos muy críticos.
- ¿Cómo lograste salir de ahí?
- Fue un proceso con mucha ayuda. Ahí conocí a Tukki (su perra) y a Guille, que fue mi segunda y última novia (…) Yo en ese momento estaba muy desganado: había trabajado mucho y vivido muy rápido. De ahí me sacaron con mucho amor, con mucho cariño, muy lentamente. Me costó un montón, pero fui saliendo de a poco y al día de hoy estoy mucho más regulado en todo eso.
Comenzó a salir de esa depresión en la primera etapa de la pandemia. Abrió un canal de streaming que fue creciendo poco a poco gracias al público incondicional que lo seguía desde sus presentaciones en distintos lugares del país y del exterior y su posterior aparición en radio y televisión.
Terminada la pandemia pudo volver a tocar en los escenarios porteños y producir canciones de diferentes músicos. Uno de ellos fue Soy Rada, comediante argentino que en los últimos años ha ganado importante notoriedad y ha sido galardonado con significativos premios por su labor artística (Premio Martin Fierro Digital al Mejor Contenido Humorístico), especialmente por su stand up. Soy Rada invitó al Mono a participar en algunas de sus giras por el país, llegando a llenar un Luna Park al final de la misma.
Presente ‘limpio’
Luego de esto, el Mono decidió cambiar un poco el rumbo de su carrera, produciendo canciones desde la comodidad de su casa y tocando esporádicamente en algunos bares. Así ocurrió hasta que el bar Ser y Tiempo lo invitó a formar parte de su equipo, donde encontró un espacio tranquilo y seguro, como él mismo lo relata:
- Estoy muy contento de habitar y ser parte de este presente. Yo ahora me voy para allá y vamos a tocar jazz con unos músicos excelentes. Todo es divertido, lindo y libre.
- Es que es un equilibrio muy ‘limpio’ en contraste con todo lo que venías atravesando anteriormente, ¿no?
- Sí, sí. Es que pasan muchas cosas. Disfruto mucho mi presente, lo vivo y se nota, pero también le doy ese lugar a mis sentimientos y a mi sensibilidad por querer luchar, añorar y desear.
- A partir de tu experiencia personal, ¿qué consejos le darías a los jóvenes músicos emergentes?
- A los nuevos músicos, si aman la música, les recomiendo que busquen ese amor fuerte que sienten por otras cosas: busquen ese amor, poténcienlo y traten de buscar sanación en eso; porque eso también incrementa la gratitud. Cuando vos le dedicas tiempo a algo y eso te sana, genera que el que te escucha sienta que es increíble lo que estás haciendo. Porque a vos te está pasando, a vos te está haciendo bien y lo que están viendo los otros es un milagro, es algo que te esta sanando por completo, que te está haciendo volar, que te hace cosquillas, que hace bien y te hace sentir vivo y feliz porque lo amas completamente. Siempre vi eso, tanto en chicos como grandes, entrando no solo en la desesperación de ‘se me pasa la vida y quiero pegarla con lo que hago’, sino también en los choques con el ego. Cuando va todo más allá y la conexión más linda con el arte va por otro lado, no por lo que se ve, sino por lo que se siente. Es tan abstracta la música en sí, tan personal y a la vez compartida, que hay que cuidarla mucho.