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Marzo veintiséis. Tenía que hacer una redacción periodística libre, y sin mucha idea de lo que conlleva un relato en mi primer año de periodismo, salí a buscar inspiración caminando por las calles porteñas de Buenos Aires. Elegí la famosa Avenida Corrientes. Si mi cabeza no era lo suficientemente creativa, seguramente las calles y avenidas asfaltadas más bohemias de la ciudad, me serían de ayuda con su infinidad de historias nunca narradas. Era un día bastante nublado, aunque la gente no lo notaba por la oscuridad de la noche.

Las luces de un teatro titilaban un poco más que el resto. Llegué a leer "El Nacional", con la publicidad de una obra con actores que jamás fueron de mi agrado actoral, excepto por Diego Peretti. Arrebatadamente un hombre de unos 30 años me detuvo con apuro. Me trató de vender una entrada para la obra que daba su función en ese mismo teatro. Me pidió por favor que se la compre, que me la dejaba a menos de la mitad de lo que valía realmente. Con una conexión de confianza y entre risas le dije, que yo jamás entraría a ver una obra así. Me retiré encarando la noche pateando una piedra bastante grande, caminando por el costado de los autos, no sobre la vereda porque odio chocarme con la gente. Y criticando aquella obra de teatro que vi en un cartel por Avenida Corrientes y lo pésimo que la estarían pasando los espectadores. Me detuve en una pizzería del barrio y me quede mirando el interior, una televisión transmitiendo "Argentina vs. Venezuela" -era una repetición, pero me la quede mirando mientras todos se movían alrededor-.

Los mozos llevaban sus bandejas, los clientes comían, y yo observaba la majestuosidad de Lionel Messi, noche que argentina había  ganado 3-0 en un partido donde el capitán argentino estuvo brillante una vez más, que genio, algún día espero conocerlo. Me fui pensando para Plaza de Mayo y agradecí haber cargado crédito en el celular y poder buscar en internet: ¿Qué es un texto periodístico y que géneros puede tener? Encuentro que existen muchos, por ejemplo: "la crónica". La palabra “crónica” proviene de cronos, que significa “tiempo”. Estos textos narran secuencialmente hechos que sucedieron a lo largo del tiempo y se caracterizan por ser extensos, con ciertos giros literarios y abundantes descripciones, en las que el periodista introduce valoraciones y percepciones personales respecto de los hechos narrados. También ingresé a la página de alumnos donde estudio, el campus virtual, y el profesor coloco un párrafo diciendo “Les recuerdo que la tarea consiste en que cada uno escriba sobre un tema a elección que puede ser actual o algo del pasado. Un suceso, algo curioso o tal vez simpático que consideren de interés para comentar.” Un alivio haber leído eso, sabiendo que voy a poder escribir algo más literario. En ese momento pensé “quizá mañana haga la redacción”. Así que me senté en Plaza de Mayo con un poco de frío, pero son situaciones que me encanta tener, sentado, un sábado a la noche completamente solo, sensaciones de nostalgia que no logro identificar que tenga de esta vida. Se me sentó al lado una persona bastante seria, era Oscarcito. Oscarcito es un hombre que vive en la calle, que conozco de las afueras de una cancha de fútbol. Siempre iba como fanático del deporte que era, y se nos quedaba hablando y contando historias de dudosa credibilidad. Nos reconocimos en un instante, nos saludamos como si fuésemos hermanos que hace años no se ven. Le empecé a hacer una especie de entrevista rápida y con emoción, me dijo que la cosa estaba difícil pero siempre sonriente me dijo: “buscando la felicidad”, esa palabra de vuelta, pensé. Me dijo que probablemente mañana se encontraba con su hija, después de muchos años sin verse por una discusión que habían tenido y los había distanciado. Y me contó también que venía de jugar a la quiniela, y que no había ganado 174 millones por un solo número de los catorce que tenía que acertar. Y que justo ese número lo cambió a último momento, estuvo a un paso de ser millonario el pobre Oscarcito. Nos tomamos una cerveza que traía él y lo despedí para seguir caminando, pateando otra piedra que encontré en la calle, se me vino el recuerdo de Karen, mi hermana, y las largas caminatas por las ferias de Buenos Aires. Seguí pateando por la noche fría y saltando de pensamiento en pensamiento.

Decidí dar por terminada la salida e ir a mi casa a dormir. En el día de hoy, me levanté y después de unos mates volví a pensar en la redacción que haría y el tema que me gustaría tratar. Mi hermana me aconsejó hablar de lo atractivo que es estar cerca de algo o de alguien que querés mucho, pero por cuestiones que parecen obvias es casi imposible, la idea de buscar algo, pero no conseguirlo. Pero la pregunta mía sería, ¿qué buscamos? o ¿es mejor no saber lo que buscamos? Quizá hay una fórmula matemática que explique ¿por qué aquellas cosas o personas que más anhelamos suelen verse tan alejadas a uno?, ¿por qué queremos lo que está lejos? La idea de este texto como línea principal es formularse muchas más preguntas que respuestas, muchas más dudas que certezas -suponiendo que la forma más linda de encontrarse con lo que uno ama es desencontrarse con lo que uno ama. En el caso de que no me crean, pregúntenle a Oscarcito, si prefirió ganarse la lotería a poder hablar con su hija una tarde después de 10 años. O pregúntenme a mí, si no prefiero recorrer una feria con mi querida hermana hablando de las injusticias de la vida, antes que entrar a una obra de teatro con una entrada casi regalada de la Av. Corrientes cuyo espectador inesperado era Lionel Messi. ¿Qué buscamos? ¿Realmente está lejos?

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