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El 92% de las futbolistas argentinas no cobra un salario por jugar. Sólo 21 equipos femeninos participan en la Primera División y, a pesar de la profesionalización parcial, en 2019 la mayoría de las jugadoras sigue entrenando, en condiciones precarias, sin contratos formales, ni cobertura médica. Las brechas de género siguen siendo abismales en el deporte.

En este escenario desigual, miles de mujeres, en todo el país sostienen el fútbol como una pasión y una forma de resistencia. Una de ellas es Martina Rodríguez, jugadora amateur desde hace seis años. Ella forma parte del Club Deportivo Maschwitz, con el que compite en la liga North Champ, y también integra un equipo independiente de amigas que se reúne para jugar torneos locales. Comenzó en la defensa, como número 4, pero - en el último año - se animó al cambio y pasó a desempeñarse como volante, por derecha, en el puesto de 8.

Conversamos con Martina para conocer su historia, reflexionar sobre el machismo y la discriminación en el deporte, y pensar qué falta para que el fútbol femenino deje de ser una excepción y se convierta, de una vez por todas, en parte del juego.

¿Cómo comenzó tu vínculo con el fútbol? ¿Qué significa para vos este deporte?

- Mi vínculo con el fútbol empezó en casa. Siempre se miró mucho fútbol: mi papá jugaba, y a mí me encantaba ir a verlo o mirar partidos por la tele, que estaban casi todos los días. Al principio yo no jugaba, hacía otros deportes, porque el fútbol femenino no estaba tan presente, como ahora. Era muy difícil encontrar un equipo, no era algo común para las mujeres. Recién - en estos últimos años - se volvió más masivo.

Después, mi mamá también empezó a jugar, formó un grupo con amigas y se armó algo lindo. Ahí fue cuando dije: “yo también quiero hacer esto”.

Para mí el fútbol es un hobby, pero me lo tomo muy en serio. Estar en un club implica mucha responsabilidad. No vivo de esto ni me interesa hacerlo, pero sí lo veo como una forma de terapia, una manera de despejarme.

Además, ser parte de un grupo te enseña un montón. Hay compañerismo, respeto por los roles —ya sea el DT, los dirigentes del club—, y todo eso te forma. Me gusta mucho la modalidad grupal. Competir, convivir, aprender a respetar tiempos, espacios y personas. Son cosas que te sirven para la vida, para cualquier ámbito donde tengas que compartir con otros.

¿Sentís que - hoy en día - hay prejuicio hacia las mujeres que juegan al fútbol?

Sí, siento que todavía hay prejuicios muy instalados. El más común es el que asocia a las mujeres que juegan al fútbol con una imagen más “varonil” o que - automáticamente - “te tienen que gustar las chicas”. Es como que hay una idea muy estereotipada de cómo tiene que ser una mujer futbolista, y eso sigue pesando bastante.

¿Viviste alguna situación en donde te hayas visto discriminada, dentro o fuera, de la cancha?

- En lo personal no viví un episodio puntual de discriminación directa, pero sí noto que hay ciertos tratos diferentes, sobre todo desde el arbitraje. En la mayoría de los partidos nos tocan árbitros varones, y - muchas veces - pasa que, si hay una discusión o alguna jugada polémica, tienden a chicanear o hacer comentarios con cierto tinte machista. A veces, incluso, te quieren "explicar" cómo se juega, como si no supiéramos. Y eso molesta.

Capaz en torneos, más de principiantes, puede pasar que alguien no conozca bien las reglas, pero en la liga en la que jugamos nosotras hay buen nivel, ya que las jugadoras se preparan y el juego es bastante serio. Entonces, cuando te tratan como si no entendieras nada por el simple hecho de ser mujer, se siente como una falta de respeto.

¿Qué mensaje les darías a otras chicas que quieren jugar al fútbol?

- Que se animen. Hoy en día, por suerte, el fútbol está mucho más abierto para nosotras. Hay muchos más espacios para practicar, para competir y para disfrutarlo. Sí, todavía existen prejuicios, pero ya no son tan fuertes como antes, y mientras más seamos las que nos sumamos, más rápido van a ir desapareciendo.

Ser parte de un club o de un equipo deportivo te enseña un montón de cosas: la disciplina, el respeto por el otro, el trabajo en equipo, el compañerismo. Te forma como persona, no solo como jugadora.

Y lo más lindo es que no solo vas a encontrar un lugar para jugar, sino también un grupo de chicas que, quizás, estén pasando por lo mismo, con quienes te podés apoyar, compartir y hasta formar una amistad. Así que, si tienen ganas, que no se dejen frenar por los prejuicios. Hoy el fútbol es mucho más inclusivo, y hay un lugar esperándolas.

 

Martina representa a miles de mujeres que eligen jugar, no por dinero ni fama, sino por amor a la pelota y al equipo. Su voz resuena como un recordatorio de que el fútbol también puede ser un espacio de libertad, sororidad y crecimiento. Aunque las condiciones todavía no son justas, cada vez que una chica entra a la cancha… el juego se transforma.

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