A sus 30 años, Micaela Casagrande es una joven psicóloga recibida en la Universidad de Buenos Aires (2023), con una mirada fresca y comprometida sobre la salud mental. Con dos años de experiencia en el ejercicio profesional, combina su labor en consultorio privado —de modalidad virtual— con la docencia en escuelas, donde se desempeña como profesora de Educación Sexual Integral (ESI). Además, se encuentra en formación de terapias alternativas, como la astrología y la biodecodificación.
Si bien comenzó a ejercer hace poco tiempo, Micaela señaló que ha habido un gran cambio en el abordaje de esta ciencia. En un primer momento, la psicología estaba ínfimamente asociada al psicoanálisis, tal y como lo estableció Sigmund Freud. Tiempo después, se incorporó el método cognitivo-conductual (reeducación de pensamientos y conductas). Pero éste se tradujo en una prisa de los pacientes por resolver todo con una inmediatez prácticamente imposible. Hoy en día, hay una mirada más holística del campo psicológico, que abre la posibilidad de complementar con otras terapias alternativas, cuya compatibilidad, antiguamente, era impensada.
- ¿Cómo evolucionó la percepción social hacia los psicólogos y la salud mental?
- A diferencia de la salud física, que suele ser visible y fácilmente reconocible en la vida cotidiana, la salud mental es más sutil y, muchas veces, ignorada. La pandemia marcó un quiebre social muy significativo: al verse obligadas al encierro y al aislamiento, muchas personas comenzaron a experimentar síntomas como ansiedad, angustia o depresión, y por primera vez buscaron ayuda profesional.
Si bien ya existía una parte de la población con registro emocional —por algo la psicología siempre estuvo presente—, muchas otras personas minimizaban su importancia o sostenían creencias erróneas como “ir al psicólogo es para los locos” o “yo estoy bien, no lo necesito”. Hoy, esa mirada empieza a transformarse: la figura del psicólogo se re-significó y ya no se asocia solo a la enfermedad, sino más bien a un espacio de autoconocimiento, escucha y acompañamiento. Aun así, persisten ciertos prejuicios que demuestran que queda camino por recorrer.
Además de las consecuencias producidas por la pandemia del 2020, la licenciada adjudica el gran aumento en la demanda de servicios de ayuda psicológica a otros dos ejes principales: por un lado, la desmitificación de la salud mental y la proliferación de información en medios de comunicación y escuelas; por el otro, el contexto sociopolítico como una problemática transversal que influye directamente en el bienestar de cada paciente. La preocupación constante por éste genera un ambiente hostil, en el que el estrés laboral es constante y no hay tiempo para el disfrute.
- ¿La proliferación de contenidos psicológicos en redes sociales es positiva?
- Por un lado, la facilidad de acceso a la información resulta un beneficio, si hay más información circulando, significa que hay más gente interesada. Pero a la vez, puede haber información errónea, no verificada o incluso generada con inteligencia artificial que no está avalada ni comprobada científicamente. Me preocupa pensar qué información estamos difundiendo y que tipo de profesionales se están formando.
Aunque creo que no tiene que ver con la psicología, sino con la ambigüedad misma de las redes sociales, por un lado facilita muchas cosas pero también obstaculiza, porque es difícil regularlo. Que haya más información tiene que ver con que hay más gente interesada, oferta-demanda.
- ¿Qué pensás sobre el uso de inteligencia artificial como reemplazo de la terapia tradicional con psicólogos profesionales?
- Me tiene bastante preocupada. Cada vez más personas recurren a herramientas como ChatGPT no solo para obtener información, se vuelven tan dependientes de la tecnología como solución infalible, que incluso intentan “psicoanalizarse” o resolver conflictos emocionales. También hay profesionales que utilizan IA para generar contenido sobre salud mental, lo cual puede ser útil o peligroso, como decíamos anteriormente. La tecnología puede ser una buena herramienta complementaria, pero cuando el uso se vuelve abuso deja de ser productivo y se convierte en un problema. Porque no reemplaza la escucha humana, el análisis subjetivo ni el tiempo emocional, fundamentales en una terapia real. Sus respuestas son estandarizadas, no tienen en cuenta la singularidad de cada persona. Y en psicología, justamente, no hay una única solución que sirva para todos.
En un escenario donde la salud mental gana visibilidad, la psicología aún enfrenta el desafío constante de defender su valor como disciplina científica. “Muchas veces se desvaloriza nuestro trabajo, se nos compara con otras profesiones o se cuestiona lo que cobramos, sin reconocer la formación y el compromiso que implica nuestro rol”, advierte la licenciada Casagrande. Aunque valora la integración con terapias complementarias, remarca la importancia de distinguir la práctica profesional basada en el conocimiento académico.
A eso se suma la transformación en los modos de atención. La virtualidad, que en su caso fue la puerta de entrada al ejercicio profesional, hoy representa una herramienta clave para sostener los procesos terapéuticos en medio de agendas saturadas y distancias geográficas. Son pocos los profesionales que aún tienen consultorios presenciales, y quienes los tenían los cerraron o abren en horarios acotados. “La gente misma elige esta modalidad porque le facilita la vida, siempre y cuando tengan el espacio de comodidad y soledad en algún momento del día. Lo importante es que exista un espacio de intimidad y conexión, más allá del formato”, concluye.
Con una mirada crítica y comprometida, Micaela representa a una nueva generación de psicólogos que se adaptan a los tiempos actuales, sin perder de vista la profundidad de su labor: acompañar, contener y transformar.