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La cultura woke (término proveniente del inglés afroamericano) originalmente significa tener conciencia frente a las injusticias sociales, y se caracteriza por la crítica a las estructuras de poder y la lucha por la igualdad, especialmente en la relación a la raza y el género. Actualmente, se ha convertido en un término comúnmente utilizado por todo el mundo, y Disney no fue la excepción.

Su inmersión a este pensamiento se remonta incluso antes del origen de dicha cultura: en 2014, con el objetivo de reflejar la diversidad con naturalidad, se incorpora en la serie “ Buena suerte Charlie ” a las dos madres de un personaje secundario.

Lo que en un principio fue una aparición estelar momentánea, no tardó en convertirse en la norma a partir de entonces, aunque las representaciones de la comunidad LGBT no eran más que pequeñas participaciones. Con la aparición del primer beso homosexual en la película animada de Pixar, “ Lightyear ” (2022), Latoya Raveneau (productora ejecutiva) reconoció haber implementado una agenda gay en la programación, así como contenidos queer.

Sin embargo, en diciembre de 2024, Disney renunció a “cambiar el mundo” al reconocer que canceló una serie animada de Pixar que contaría la historia de un atleta transgénero. ¿Por qué la directiva de Disney pasa de prometer la inclusión de personajes LGBT en sus cintas –pese a las pérdidas– a retirarlas de su agenda?

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Otro de los pilares que la doctrina despertó es la teoría crítica de la raza —que sostiene que el racismo está arraigado en las estructuras sociales y culturales—, la cual se intenta representar en las producciones actuales de la empresa. En los recientes remakes en live action de los clásicos animados, “ La sirenita ” y “ Blancanieves ”, se eligieron actrices afrodescendientes para interpretar personajes principales recordados por su tez blanca. Si bien estas decisiones fueron presentadas como parte de una estrategia de diversidad e inclusión, también provocaron una fuerte reacción pública. ¿Promueven una inclusión genuina o fuerzan un cambio para cumplir con expectativas sociales y comerciales? ¿Y si, en lugar de avanzar hacia una representación auténtica, estamos presenciando una tendencia que prioriza el marketing por encima del contenido narrativo?

Un live action — por definición — busca representar historias mediante actores reales y escenarios físicos, prescindiendo de animaciones y efectos especiales. Por lo tanto, cuando se cambia arbitrariamente la identidad de los personajes o se alteran elementos fundamentales de la trama, la historia pierde coherencia, credibilidad y fuerza narrativa.

Modificar a los personajes clásicos y sus rasgos distintivos no solo altera su esencia, también profundiza las divisiones sociales que dicen querer erradicar. Ya que, sin un sustento argumentativo sólido, no parece una inclusión auténtica, sino más bien una imposición forzada. En vez de basarse en la reescritura superficial de historias ya establecidas, la verdadera inclusión debería enfocarse en la creación de nuevas narrativas que representen con naturalidad y profundidad a las minorías.

Créditos: Disney (Getty Images).

La más reciente producción de la compañía, Blancanieves , estuvo marcada por la polémica desde un primer momento debido al uso del CGI, la elección de los actores y las modificaciones sustanciales en la trama respecto a la versión original de 1937. La película, protagonizada por Rachel Zegler y Gal Gadot , tuvo un pobre desempeño en taquilla y estuvo lejos de alcanzar el éxito esperado. En su primer fin de semana en Estados Unidos recaudó apenas 43 millones de dólares, y 150 millones a nivel global, una cifra considerablemente inferior a los 270 millones que costó su producción.

Según The Hollywood Reporter , debido al fracaso de este último producto, el estudio de animación ha pausado sus planes de producir y desarrollar el live action de Enredados , la película animada de 2010 que relata la vida de Rapunzel . No obstante, Disney no especificó si solo se ha pospuesto o directamente cancelado. Probablemente, llevarla a cabo dependerá de la repercusión y recaudación que generen sus próximas adaptaciones en live action: Lilo y Stitich (estrenada en mayo de 2025) y Moana (en proceso de producción, para 2026). Si éstas no logran captar al público, la mala racha de Disney afectará la ejecución de muchos otros proyectos en agenda, ya que recientemente Bob Iger (director ejecutivo de The Walt Disney Company) afirmó, durante una reunión de inversores, que la misión principal de la compañía “debe ser entretener, no guiarse por agendas ideológicas”.

Aun así, vale la pena cuestionarse si estas decisiones realmente perjudican a las empresas. Aunque una taquilla floja representa pérdidas económicas, el revuelo mediático generado por la controversia puede traducirse, en ciertos casos, en visibilidad y beneficios indirectos para las compañías.

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