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En un país como Argentina que posee una biodiversidad rica y única, la caza furtiva y la explotación ilegal de fauna silvestres no solo es un delito contra la naturaleza sino también contra nuestra identidad y patrimonio. Primero hay que reconocer que la caza de animales no solo es un problema ambiental, sino que a su vez las especies que son víctimas de estas prácticas están en peligro de extinción o tienen un rol crucial en sus ecosistemas. Animales como el puma, el yaguareté o los elefantes están siendo cazados para obtener sus partes como pieles, cuernos o incluso sus cuerpos disecados. 

El tráfico de fauna es una actividad ilícita y lucrativa, lo que lo convierte en un negocio muy difícil de erradicar, se estima que es el tercer crimen más rentable en el mundo. Esto contribuye a la pérdida del hábitat de los animales, ya que muchas están asociadas con la destrucción de áreas naturales para facilitar la caza o el tráfico. El daño ambiental puede ser irreversible, afectando tanto a la fauna como a las comunidades humanas que dependen de estos ecosistemas para su supervivencia. 

Al permitir que estas redes operen estamos fomentando un ciclo de destrucción que podría llevar a un colapso ambiental que dependen de estos animales para su supervivencia. En pocas palabras, perder una especie significa romper con el eslabón de una cadena con consecuencias impredecibles.

En el mes de agosto la Brigada de Control Ambiental realizó un operativo contra la tenencia y tráfico ilegal de fauna silvestre, que implicó 13 allanamientos en simultáneo en domicilios particulares, depósitos y cotos de caza en la provincia de Buenos Aires y Santiago del Estero. Buscaron y se encontraron con el terror. Se encontraron extremidades de elefantes, cueros de diversos animales y taxidermias (patas y orejas de elefante, un cuero de yaguareté, cuero de ciervo, antílopes y gato montés, cráneos y astas) y la detención de cuatro personas. No se han publicado declaraciones detalladas de los detenidos sobre sus actividades o razones detrás de sus acciones.

Un aspecto alarmante frente a este acto es la falta de conciencia y educación sobre la vida y el respeto hacia los animales. Si bien las autoridades han tomado medidas como lo demuestran con los allanamientos también han comenzado a trabajar en campañas de sensibilización y educación, para concientizar al público sobre la importancia de proteger la fauna silvestre y las consecuencias legales. 

Es importante que la sociedad entienda que se debe proteger a las especies. De lo contrario estos esfuerzos serán en vano y las redes de caza seguirán reapareciendo. No podemos ignorar la dimensión de este problema, la caza ilegal no es solo un acto de crueldad animal sino también un reflejo de una sociedad que en su búsqueda por lucrar perdió el respeto por la vida en todas sus formas.

¿Qué clase de animales somos si al momento de pensar en generar plata lo relacionamos con quitarle la vida a un ser sintiente? ¿Desde cuándo unas patas de elefante para una mesa ratona se transformaron en un adorno sofisticado? ¿Porque nos llevamos a cuesta la vida de seres como si fueran una cosa? 

Es necesario un cambio de mentalidad donde entendamos que la vida silvestre no es un recurso ilimitado, sino un tesoro que debe ser protegido por las futuras generaciones. 

Para concluir, los allanamientos y campañas son un paso grande en la dirección correcta, pero no son suficientes por sí solos. Necesitamos un esfuerzo que incluya penalidades a cumplir y la conciencia sobre la preservación de la vida animal, dejar de verlos como una cosa, como un método para lucrar o como un adorno. Dejar de ser “animales” o mejor dicho empezar a serlo para ver al mundo con más amor. 

 

 

 

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