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Por TORALES, EROS NAHUEL

Estudiante de Nahir Galarza, es la mujer más joven en recibir la condena de Cadena Perpetua

En la esquina de Av Lope de Vega y Alejandro Margariños Cervantes, en el barrio de Villa Luro, se encuentra el resto bar La Oficina. Son las 11:50, es feriado y el lugar está vacío. No hay aromas ni movimiento. Luis, que conoce la zona, advierte: “al mediodía se llena, porque es barato”. La camarera se acerca y toma el pedido. Sin dejarse amedrentar por el imponente matambre a la pizza con mil hojas de papas, acomodado estratégicamente frente a la puerta de entrada, le pide un agua sin gas. Dentro del local, solo se ocupan otras dos mesas; afuera, un grupo de señores toma un desayuno tardío y charlan de la vida.

Para el común de la gente, ser “el de la tele” lleva consigo una idealización de éxito y dinero. Una entelequia que el periodista no demoró en derrumbar. “Empezar a cobrar del periodismo creo que debe haber sido diez años después de haber arrancado. Más de diez años”, dice. Una década fue “por amor al arte”, que inició hace unos 23 años en la radio FM La Boca. Mientras tanto, el dinero venía de otros empleos ajenos a su vocación. Recuerda haber trabajado en una farmacia, en un comercio, hacer changas, vender teléfonos celulares en la calle, atención al público en una universidad y hasta fue docente en una carrera de Informática y Comercialización, enseñando marketing, comunicación social y metodología de la investigación.

Entonces, ¿por qué periodismo? se preguntará alguno. Existe un factor común en la profesión del cual no se puede —ni se debe— escapar: la curiosidad. Sonrisa mediante, como quien encuentra satisfacción en sus recuerdos, Luis responde: “porque me apasiona buscar la verdad, porque me gusta conocer y entrevistar gente”. Tarea para valientes la de encontrar su pasión, camino arduo que no se llega si no es con constancia, incluso a pesar de los desvíos. El periodista se sincera y aclara que primero había encarado por el lado deportivo, pero más pronto que tarde encontró una debilidad por lo social, la actualidad y, más adelante, la investigación periodística.

El conductor de “La mañana de El Observador”, cuenta que sus primeras prácticas, además del programa radial, las hizo en pequeños medios como revistas barriales y vecinales, mientras estudiaba la carrera de Comunicación Social en la UBA. De pronto llega el agua, mi lágrima en jarrito —o americano, como también le dicen—, y suma dos macarons de chocolate a la lista, uno para comer en el acto, el otro para llevar. Mientras se sirve su bebida retoma su experiencia en la Universidad de Buenos Aires: “fue muy buena. En la teoría es una universidad que está varios pasos adelante de las privadas, por así decirlo. En la práctica tiene sus deficiencias, por cuestiones técnicas y porque en vez de ser cincuenta estudiantes, tenés mil quinientos”, comenta.

“En la UBA eran kirchneristas antes que Néstor Kirchner hubiese ganado una elección”, ironiza, acerca de las corrientes de izquierda que están presentes desde hace mucho tiempo en la institución. Sin embargo, aclara que no se vio afectado por ello. “Al igual que en otras universidades, las ideologías, que siempre existen entre los profesores, se fueron volviendo casi una cuestión de política partidaria en respaldo de tal proyecto político. Antes no existía”, dice sobre la politización en el ámbito educativo. Además, con respecto a la problemática de los fondos universitarios, resalta que “hay una disputa política”, debido a la firme evasiva que existe en torno a las auditorías y controles pertinentes.

Hebe de Bonafini y Estela de Carlotto despiertan sentimientos encontrados en la sociedad argentina. Para un sector, simbolizan la lucha contra la dictadura y un emblema a favor de los derechos; para otros, sus figuras están alineadas con el gobierno K y, cual polilla que vuela muy cerca del fuego, quemaron sus valores. Luis Gasulla lleva publicados seis libros y uno de ellos es “El negocio de los derechos humanos”, del año 2012, donde analiza y denuncia escándalos de corrupción que resultaron en “la prostitución de los DDHH”.

El autor declara que una de las primeras grandes banderas que tomó el kirchnerismo, con el fin de afianzarse ideológicamente con la izquierda o sectores progresistas, fue la relación con los artistas, “los buenos de la sociedad”. En la misma bolsa entrarían los organismos de derechos humanos. Su investigación se remonta al proyecto Sueños Compartidos, al cual define como “el programa de inclusión social y de construcción de viviendas más ambicioso del kirchnerismo”. A pesar de los 1296 millones de pesos destinados hace más de 15 años, “terminó en un mega escándalo de corrupción y estafa a los que menos tienen”, sentencia.

En la misma línea que su libro del 2012 se encuentran: “El negocio de la impunidad” (2014) y “El negocio político de la obra pública” (2017), todos de Editorial Sudamericana. Aún así, estas no fueron las únicas veces que Luis se animó a investigar entramados de corrupción o negociados de la política. Además de los ejemplares anteriormente mencionados, en 2020 crea Periodismo & Punto, un medio donde comienza a volcar la información sobre los primeros negocios que realizaban Alberto Fernández y Fabiola Yañez poco después de haber asumido.

“Primero teníamos un blog, después armamos una página y creo que le fue mejor a Periodismo & Punto en la época de la pandemia, cuando estuve unos seis meses fuera de los medios importantes de comunicación, luego de que me echaran de un canal de aire”, cuenta Luis, que hoy ya no dirige el portal, sino que desempeña un rol de consultor externo. “Llegamos a tener más de cien mil visitas diarias”, agrega, aunque luego no se haya podido mantener el número.

La muerte, una ruptura amorosa y quedarse sin trabajo son algunos de los escenarios más complejos que puede enfrentar una persona. A pesar de ello, Luis supo hacerle frente a la circunstancia y saltear con éxito la tormenta: “no me quejé mucho. Tuve una audiencia de conciliación, me pagaron lo que correspondía y listo, a buscar trabajo en otro lado”, comenta estoico.

Afuera pasan los autos y para el 181 que parte desde Boedo hacia Haedo. Adentro, una mujer se levanta de su mesa y se revela que era una empleada del local en su hora de almuerzo. Mientras tanto, con la vista fija hacia la vereda como quien busca en sus recuerdos, el periodista reflexiona acerca de su salida de Canal 9: “era un gobierno nuevo y no nos quería en el aire”. Asegura, además que, en aquel contexto, el ahora ex presidente Fernández tenía una imagen positiva enorme y nadie se animaba a cuestionar la gestión de la pandemia ni el encierro, menos aún en los grandes medios. Medidas que se aplaudían, luego serían repudiadas.

Este hecho constituye un antecedente más que interesante, que no hace más que reflejar la noción de periodismo que sostiene Luis: molestar al poder. Aclara que también ha denunciado casos de nepotismo en Juntos por el Cambio, para no caer en parcialidades. Con respecto a Milei, el escritor comenta que “tiene una cuota de poder”. Aún así, hay figuras más potentes en Argentina, capaces incluso de voltear un gobierno. Sindicalistas, empresarios contratistas del Estado, proveedores históricos del Estado, los Kirchner y sus funcionarios son algunos de los referentes más fuertes.

Siempre motivado por esa búsqueda incansable de la verdad —o una parte de ella—, encuentra una enorme alegría y satisfacción al descubrir tantos entramados y curros de los “mal llamados dirigentes sociales”, como dice él. “No hicieron nada por los que decían defender. Se enriquecieron a costa de ellos, hicieron negocios con ellos. No hay explicación para que un dirigente social le cobre o se quede con una parte de la plata a una persona para darle un bolsón de comida. Eso es un hijo de puta, no es un dirigente social”, argumenta tajante el periodista de “La Cornisa”, que actualmente está llevando a cabo una investigación sobre el FISU (Fondo de Integración Socio Urbana).

Hace veinte años Luis Gasulla caminaba las calles en búsqueda de algún cliente que le comprara algún teléfono; hoy las recorre investigando para sus informes periodísticos. Busca y llega a los hechos —que son sagrados—, de primera mano, a través de pistas de la gente, indagaciones propias, pedidos de acceso a información pública y mensajes que llegan por redes sociales. Con un buen olfato ganado a base de oficio y experiencia, declara: “trato de desconfiar de las fuentes oficiales y de los políticos, prefiero una fuente que está alejada de la política, de un gobierno y de los servicios de inteligencia”.

Como reza la letra compuesta por Ricardo Iorio para Hermética, “la verdad en la esquina está latiendo”. Y Luis lo tiene claro, la verdadera realidad la ve en la calle, allí es donde se forja el mejor periodismo según él; no en una oficina ni en una redacción. En el asfalto. Además, el buen periodista tiene que ser buena persona y debe importarle el otro. Para conectar seriamente con la profesión también es imperativo aprender a escuchar y jamás creérsela. “Lo importante no es llegar a un lado, sino permanecer” remata para concluir los preceptos.

Casi 45 minutos han pasado desde que comenzó la entrevista. Hay dos televisores, uno sintoniza la TV Pública, el otro, TYC Sports. Justo cuando llega “La lupa de Senosiaín” con un análisis sesudo de la performance de la selección argentina vs Canadá, Luis comparte sus hobbys. Se interesa principalmente por el fútbol, cada tanto lo juega. El cine y las series son otros de sus pasatiempos. “¿Estás viendo algo ahora?” le pregunto. Silencio. “La Copa América”, responde, con más deseos que certezas.

Por último, se explaya acerca de sus gustos musicales. Propio de un espíritu tranquilo, apaciguado y reflexivo, le tira el brit pop, con artistas como Oasis, Radiohead y dos que visitaron Argentina el año pasado para el Primavera Sound, Blur y Pulp. Lamentablemente, no pudo asistir al festival. Suma a la lista los clásicos: Queen, Pink Floyd y los Beatles. Tampoco le escapa al rock nacional y menciona a Charly, Fito, Spinetta, La Renga y Callejeros.

“¿Y Paul?” (McCartney), le digo. “Ya están agotadas las entradas. No sé, ¿Tenés una?”, contesta entre risas. Es momento de pedir la cuenta y emprender la retirada.

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