Un baile hacia la nostalgia
Por José Rusconi, 1:25 Hs. Lectura aprox.: 1 min.
El mundial de Tango convocó a las mejores figuras del mundo para competir en diversas competencias. El público acompañó con sumo entusiasmo durante todas las jornadas las propuestas ofrecidas.
Compases de 2x4. Aires porteños de grandes historias y de un pasado que ya no volverá. La risa y el llanto. La competición y el estudio de cada mínimo movimiento. El tango como anfitrión. Todos estos ingredientes se mezclan en un tiempo que arrancó un jueves 16 de septiembre y culminó un 26 del mismo mes. El Obelisco como testigo de aquellos sueños y anhelos llevados a cabos en pasos de baile. ¿La excusa? El Mundial de Tango. La porteñidad, si es que el concepto realmente existe, ha marcado al tango como uno de sus puntos más fuertes. El cantar lloroso de los artistas icónicos que han ido sucediéndose le dan esa estampa tan nuestra que desemboca en el estereotipo fácil y parece acaparar a la extensión total de los habitantes del suelo argentino.
Las dos competiciones abarcaron shows al aire libre. En ellas la gloria máxima fue para Emmanuel Casal y Yanina Musyka, campeones de Tango Escenario, y Agustín Agnez junto a Bárbara Ferreyra, quienes se coronaron como la mejor pareja en Tango de Pista. La gran concurrencia se hizo notar: las nacionalidades de los participantes abarcaban países como Uruguay, Brasil, Indonesia, Rusia, Japón y Corea de Sur, entre otros. En total más de 400 parejas se inscribieron para participar de esta verdadera fiesta.
El mundial termina y con él culminan sueños y deseos. Los participantes buscarán, el próximo año, repetir o mejorar sus actuaciones. Los compases volverán a sonar y, nuevamente, el tango volverá a ser el protagonismo de uno de los momentos culturales más importantes.