MIRAR EL LADO BUENO
Por Catalina Marin, 10:0 Hs. Lectura aprox.: 3 min.
“Te quiero hasta la luna”, la obra teatral que cumplió su séptima temporada vía streaming, llevando un mensaje positivo y esperanzador a las casas.
Esta comedia romántica creada por Matías Puricelli y Francisco Ruiz Barlett narra las vivencias y promesas de Julia y Pablo: dos jóvenes que se conocen desde siempre y que, tras veinte años de ser amigos, primero; y luego, novios, finalmente se separan.
El problema aparece cuando la pareja debe reencontrarse para realizar juntos el viaje de sus sueños: el gran despegue hacia la luna. Este ya había sido abonado durante su noviazgo y por lo tanto, nada les impediría concretar ese deseo. El pretexto perfecto para el reencuentro de este dúo, tan alejado y tensionado.
La dramaturgia aquí se concentra en repasar las circunstancias que separan y unen a estos personajes, a través de flashbacks que recorren los momentos más relevantes de su presente y pasado. Este recurso elegido por los autores resalta inteligentemente, pues de esta forma el espectador puede ir descubriendo a partir de allí que es lo que los llevó a emprender ese viaje, dejando de lado la cronología de los hechos y habitando desde un lugar más puro, el emotivo relato.
La escenografía en sí misma, sencilla y sutil, no presume en el público un aura realmente espacial, pero la ejecución actoral de los protagonistas de la historia, Sofia González Gil y Francisco Ruíz Barlett, es de tal calidad, que la atención es centrada plenamente en la química que se atesora entre ambos actores.
Cuando se presenta un recuerdo dentro de la narración, los personajes inmediatamente se transforman en niños de siete años, adolescentes o adultos. Las luces se apagan y el cambio de vestuario se realiza en vivo en el escenario, acompañado de una suave musicalización.
Una vez que la vestimenta es colocada y la iluminación resurge, se establece en el ambiente un silencio inmediato. El humor, la gestualidad, la ropa elegida y la movilidad con la que los artistas recrean a sus personajes son desarrolladas con tanto detalle, que el espectador verdaderamente se convence de ver a un “adolescente” o “niño” en escena. Ni el minuto de preparación, ni la baja de luz desequilibran el clima teatral.
La dirección de arte y luz entonces, se torna plenamente explicativa. No transmite una atmósfera determinada o alguna metáfora extendida a nivel sensorial, sino que busca alumbrar, en vez de iluminar.
Tanto online como en vivo, la emoción recorre a flor de piel. Matías Puricelli crea una fábula sensible y dulce sobre una pareja que se quiso, que se quiere y que se querrá. Una relación común y corriente, con problemas, desencuentros y peleas pero que, aún con ambos pies sobre la Tierra, juntos siempre se sienten volando por las estrellas.
Una obra que navega por las aguas del teatro musical, sin ser la música la que narre precisamente su desarrollo. De todas formas, habiendo sido lógicamente creada por apasionados artistas, es musicalizada en algunos momentos con canciones que la nutren y hacen todavía más armónica.
La infravaloración con la que es tratado ciertas veces el teatro independiente, no puede dejar de verse aquí. “Te quiero hasta la luna” es sinónimo de profesionalismo, magia y encanto. Es creatividad, pasión y un fuerte deseo por mirar el lado bueno de la vida, pese a las adversidades que puedan aparecer.