María Soledad Morales, a 30 años del femicidio por el que aún hoy se reclama justicia
Por Celeste Acosta, 10:3 Hs. Lectura aprox.: 4 min.7 de septiembre de 1990, San Fernando del Valle de Catamarca. Los alumnos del último año del Colegio del Carmen y San José organizaron una fiesta en el club Le Feu Rouge para recaudar fondos necesarios por cinco compañeras que no podían pagar el viaje de egresados; entre ellas, María Soledad Morales.
La fiesta transcurrió tal y como fue planeada. La joven de 17 años acordó esa tarde con su madre que dormiría en casa de una amiga. Sin embargo, al finalizar el evento, María Soledad despidió a sus compañeras y espero a que Luis Tula, casado y doce años mayor que ella, la recogiera por el lugar para compartir la noche como hacían frecuentemente desde hacia dos años cuando la joven le declaró su amor. Tula no llegó; María Soledad desapareció.
10 de septiembre de 1990, ruta 38. Encuentran el cuerpo de María Soledad con una polera atada al cuello, sin orejas ni ojos, el cuero cabelludo arrancado e indicios de múltiples violaciones. Su padre la reconoció por una cicatriz en su muñeca. El cadáver fue lavado por los bomberos antes de llegar a la morgue a pedido de Miguel Ángel Ferreyra, Jefe de Policía. El lugar no fue siquiera cercado y la poca evidencia recogida fue descartada adjudicando vicios en el proceso.
El primer detenido fue Luis Tula, apodado “el flaco”, acusado bajo la figura de crimen pasional. Su liberación a los pocos días no solo generó indignación sino que cada vez más dudas respecto a lo sucedido.
El segundo detenido fue Guillermo “el gordo” Luque, hijo del Diputado nacional Ángel Luque. Su arresto se fundó en testigos que aseguraban haber visto a María Soledad en un fiesta en la que este señor participaba. En los testimonios también resaltaron los nombres de Pablo y Diego Jalil, sobrinos del Intendente José Jalil, y del hijo del Oficial Ferreyra. Luque, muy bien asesorado y con la espalda cubierta por los contactos de su padre, se acercó a declarar rápidamente indicando que ese fin de semana se encontraba en Buenos Aires. Sus declaraciones poco claras fueron puras falacias ya que varias personas confirmaron haberlo visto en Catamarca.
Noviembre, 1990. Tras meses de cuestionamientos absurdos a los padres de María Soledad, de encubrimiento policial y de hipótesis ilógicas, comenzaron las marchas del silencio, un modo de protesta nunca antes visto en nuestro país. Con el apoyo incondicional de la Monja y Rectora del Colegio al que asistía la joven, Marta Pelloni, comienzan a realizarse estas peregrinaciones en las que millares de personas adhirieron a la lucha y ayudaron a que el caso tomara relevancia nacional. Por primera vez el pueblo catamarqueño se unió para reclamar frente a la corrupción que se vivió por años en la provincia donde el poder se concentraba en manos embarradas por injusticias desde hacia décadas.
Aunque han puesto todas sus fuerzas en ocultar la mayor cantidad de pruebas posibles, el perito Osvaldo Raffo confirmó en televisión nacional que la causa de la muerte de María Soledad fue por una sobredosis de cocaína introducida a su organismo involuntariamente dado que se determinó que fue imposible que la joven pudiese ingerir esa cantidad de sustancia por propia voluntad.
Las marchas del silencio convocaron a más de treinta mil personas en cada una de sus 66 ediciones en búsqueda de la verdad. Frente a esta situación, el presidente Carlos Menem intervino el poder ejecutivo y legislativo de Catamarca, lo que desató la furia del gobernador Saadi y expuso los manejos turbios de los fondos de la provincia.
Guillermo Luque fue procesado en reiteradas oportunidades aunque estos procesos siempre eran anulados. Su padre fue expulsado de la Cámara de Diputados tras declarar que “si su hijo hubiese matado a María Soledad, el cuerpo no hubiera aparecido”.
Cuatro años más tarde, la causa fue elevada a juicio y recién en 1996, este femicidio fue expuesto frente al Tribunal de Justicia. El procesamiento fue uno de los más televisados hasta el momento. Los testigos de repente empezaron a contradecirse en sus relatos, nadie conocía ni a Tula, ni a Luque, ni a ninguno de los imputados. Amenazas de muerte y coimas eran algunos de los motivos de este cambio de rumbo en las declaraciones. Como desde el día de la aparición del cuerpo, las irregularidades se hicieron presentes en el juicio el cual fue anulado volviendo así a foja cero.
Después de un año, se retoma el proceso judicial, pero esta vez se prohíbe su transmisión. Más de 300 testigos declaran siendo solo unos pocos sustanciales a la causa.
Febrero 1998, ocho años después del crimen. Guillermo Luque es condenado a 21 años de prisión bajo los cargos de violación seguida de muerte y Luis Tula, a nueve años como partícipe secundario por violación. Se llegó a la conclusión de que el “flaco” Tula entregó a María Soledad a Luque y a sus amigos, dos de los cuales también fueron investigados aunque no detenidos. Se sabe que hubo más personas involucradas aunque nunca se hayan realizado las investigaciones y procesamientos correspondientes.
30 años pasaron de este femicidio y leyendo la cronología de los hechos, podríamos decir que estamos hablando de un suceso actual dado que, a pesar de todo lo trabajado en el tema, pocas cosas han cambiado. Esta es la realidad que hoy seguimos viviendo todas las mujeres, no solo en Argentina sino en todo el mundo. Vivir con miedo a no volver a nuestras casas. Sumado a las estructuras patriarcales de poder siempre lideradas por hombres que elevan la bandera de nuestro país encubriendo los casos de violencia hacia la mujer perpetrando irregularidades e injusticias y agravando la falta de políticas públicas, educación y derechos.