Guardar polvo: la resignificación de un símbolo a través de la nostalgia
Por Paula Guadalupe Antolini, 3:54 Hs. Lectura aprox.: 2 min.
¿Te acordás cuando ponías las manos en los bolsillos del delantal y te zambullías en un mar de pelusas, migajas y algún papelito pegoteado, producto tal vez de haberlo metido al lavarropas junto con la prenda? El guardapolvo siempre fue eso: una prenda mediadora entre la suciedad y una remera nueva, o un pantalón comprado para el primer día de clases. Pero detrás de eso, este símbolo escolar guardaba múltiples significados que hoy, a raíz de la necesidad de las clases virtuales, salen a la luz.
La escuela es un espacio de intercambio desde hace largo rato. Si pensamos en los primeros pasos del trabajo cooperativo debemos remontarnos al siglo XVI, aunque es recién a partir de la década del ’90 cuando se pone en juego lo teorizado por pedagogos como Piaget o Vygotsky, quienes afirmaban y desarrollaban la idea de lo grupal como base fundante del desarrollo cognitivo. El polvo en la escuela –así como en la vida- es sinónimo de movimiento, de estar en constante cambio. Hoy, en momentos de clases virtuales, ya poco es el polvo que se levanta. Cada niño en su casa, sentado frente a un dispositivo, forma parte de un entramado en el que el aprendizaje se volvió inamovible. Miles de videos interactivos, juegos online y offline, actividades rimbombantes y presentaciones multimedia acompañan cada una de las planificaciones docentes para lograr garantizar la continuidad pedagógica de aquellos jóvenes en edad escolar. Y se logra, claro está. Sin embargo, hay un factor que pierde conquista: el aprendizaje a través del movimiento y del intercambio.
Estudiar en pijama puede ser cómodo, pero es importante tener en cuenta que colocarse un guardapolvo implica, en gran medida, la preparación para moverse, la disponibilidad de ensuciarse y la confianza de que, mientras en los bolsillos haya pelusa, la jornada fue emocionante y enriquecedora.
Las clases hoy cuentan con una modalidad doble: algunas veces de forma virtual, otras en la escuela. Potenciar aquellos momentos presenciales será entonces fundamental para mantener la mirada de un aprendizaje colaborativo. Al llegar los chicos a casa, recordemos mirar esa prenda y festejar otro día conquistado por las pelusas y la educación.