Gonzalo Salaya: “Si tengo que escribir a Hitler, lo más atractivo que puedo hacer es humanizarlo”
Por Paula Guadalupe Antolini, 10:4 Hs. Lectura aprox.: 9 min.
¿Te hago el acting? (risas)
Como quieras, es tu presentación…
Le voy a dar un marco algo fantástico. Soy Gonzalo Salaya, un contador de historias que en este momento no tengo el marco que me gustaría tener: la noche estrellada, el fueguito, en un lugar cerca del mar con mucha gente alrededor que escucha, y estar todos en un mismo plano de disfrute. Como eso no está, se reduce a una buena mesa con una buena compu, algunos libros y películas de referencia siempre, y tratando de poner ese mismo espíritu tribal en la escritura, específicamente en el guión.
Teniendo en cuenta tu profesión, ¿cómo sos cuando ves películas?
Me dedico al disfrute. Es más, cuando empieza a aparecer el Gonza teórico es la señal de que no lo estoy disfrutando. A veces me gana un poco, porque me pasa lo que le pasa a cualquier espectador común, trato de saber más de la trama, saber quién es el asesino antes de que lo digan. Pero cuando no te las ves venir, lo disfrutás el doble.
El gran desafío de guionar una película es sostener la atención por noventa minutos.
¿Te acordás del primer guión que escribiste?
El guión tiene varias facetas. Tenés una etapa previa, que es la sinopsis, o lo que se le llama “tratamiento”. Es contar una historia en tiempo presente y tercera persona. Es el punto de partida. Esos tratamientos son de 10 o 15 páginas, el cálculo aproximado que se hace es una página por minuto. Cuando vos escribís un tratamiento es como cuando empieza a salir una canción en una banda, no nació todavía. Cuando escribís el guión, y esas 15 páginas se traducen en 45/50, con los diálogos, con tus sugerencias, es cuando sentís que está hecho todo.
Mi primer guión completo lo hice con un deadline, estaba estudiando y había salido un concurso. El relato se llamó “El zurdo”, era una historia muy conurbana. Trataba de un pibe que, aprovechándose de que cuidaba casas para una inmobiliaria, entraba y robababoludeces. Le decía a algún amigo que lo acompañe haciendo que era el comprador. Una de estas veces, entraba el amigo -que era más heavy que él- y mataba al dueño. A partir de ahí venía una fuga, el zurdo terminaba matando a su amigo y entregándose. Me fue bien porque concursé y gané una mención. El guión me gustaba mucho, es más lindo ahora que te lo cuento que cómo estaba escrito.
Pasa mucho con los guiones esto, ¿no? Cuando lo contás es más atractivo que lo que está bajado al papel. Pasa por una razón lógica. Yo te puedo contar una historia en diez minutos y hacértela atractiva. El gran desafío de guionar una película es sostener la atención por noventa minutos. Hoy con toda esta revolución tecnológica es algo que ya se agotó, por la capacidad de atención que tienen los consumidores. A raíz de eso también se modificaron los relatos, ahora para que un pibe vea una película tiene que ser Avengers, algo con estímulos uno atrás de otro. El relato se está acomodando a las necesidades de mercado que requiere esta época. Te pongo un ejemplo concreto: en este momento estoy escribiendo algo para Fox sobre el mundo del trap, y lo primero que me dijeron es que los capítulos tienen que tener 30 minutos como máximo, con tres momentos musicales en el medio. Tiene que haber algo que irrumpa. Esto lo piden porque los grandes inversores hacen pruebas constantes con los pibes, tipo ratas de laboratorio. Los ponen a ver pilotos y si miden la atención y no funciona, por más que hayan gastado guita en grabar, no sale.
¿Qué sentís de esta importancia que se le da a las métricas hoy en día?
Hay un cambio de paradigma tan grande en este último tiempo con todo lo que está pasando que el sistema se aprovechó muchísimo. El movimiento feminista, por ejemplo, que para mí fue lo más revolucionario de estos últimos años por lejos, también empieza a ser algo de marketing. Siento que tenemos que aprender un poco de lo que pasó históricamente. Hubo un momento en donde Ernesto Guevara dejó de ser El Che y se convirtió en una remera, en un tatuaje. Que no pase lo mismo con esto, ¿no? Aprendamos de la historia. Yo entiendo la de subirse y pelearla, pero no entiendo como no hay lugar para el humor, para la ironía, los debates se ponen muy futboleros. Es una locura porque es un desperdicio de algo nuevo que está buenísimo. Esto se traslada a todas las disciplinas, yo ya la viví, arrancó con el punk, que le escupieron la cara a alguien y a los cinco minutos eso era lo que había que hacer. Y es algo que no tuvo esa impronta al empezar. Es tremendo cuando todo empieza a ser mercancía del sistema, te lo encontrás en la góndola. Te descuidaste un minuto y te la pusieron en Carrefour. Hay que estar alerta por un lado pero también tomárselo con humor. Si no, te bloqueas y se raja. Lo más rígido es lo que primero se raja.
¿Y ves esta traba en el guión?
Sí, siento que hay algo que pasa ahora que antes no pasaba: se juzga al personaje. Pero el personaje no es el autor, un artista puede tener una visión del mundo pero sus personajes no tienen que ser acordes a esa visión. Si yo tengo que escribir a Hitler, lo más atractivo que puedo hacer es humanizarlo, eso es lo disruptivo, la vanguardia. Si vos en un relato pones un personaje acorde a la visión ética y moral de la época no es interesante, porque lo que hace es ilustrar lo que está pasando en el momento. Hoy ir a la vanguardia, a lo disruptivo, genera incomodidad. Hay un riesgo, un juicio moral sobre los personajes. Y los personajes no tienen moral, están en función de una historia.
En esta línea de separar al personaje del autor.
¿Cuál es tu opinión sobre la cultura de la cancelación en el arte?
Me parece una locura, porque quizás eso sea lo único que salva a esa persona. Cualquier cosa que sea condenar y cancelar me parece lo más represivo que hay. Aunque yo esté totalmente en desacuerdo con lo que haga. ¿Por qué tengo que dejar de reconocer que cuando Michael Jackson hizoThriller estaba haciendo una genialidad? El tipo tiene que ir en cana, pagar por lo que hizo, pero ¿qué tengo que hacer si cuando me ponen Billie Jean muevo la patita? ¿Me tengo que cortar la pierna? Hay algo que trasciende al ser humano que hizo semejante cosa, que en otro plano de la realidad hizo algo que a mí me hace mover la patita. No por eso voy a decir: “No le hagan nada porque es Michael Jackson”. Pero es innegable que hay artistas que hicieron cosas maravillosas. En el guion si yo hago personajes que piensen como yo, y no profundizo en personajes que piensan cosas diferentes, soy un locutor de mis pensamientos, un opinólogo. Pongo muñecos a que digan lo que pienso. Y el arte tiene que ser transformador, el desafío es que aparezca otra cosa. Hay algo que nunca se había dado con tanta fuerza como hasta ahora con la invasión tecnológica: todo te obliga de alguna manera a generar una opinión. Es un fenómeno que tiene muy pocos años, la psiquis humana confronta con la opinión permanente sobre estímulos constantes, es una locura. Hay un mundo paralelo, y nosotros no sabemos la consecuencia de lo que está pasando ahora. Al arte ya no se lo contempla, se lo opina. No hay lugar para el rito de sentarse a ver una peli y abstraerse ¡Es increíble que te tengan que decir que apagues los celulares en el cine con un cartel en la pantalla! Es como si yo te dijera “¿Te vas a bañar? Si. Bueno, sacate la ropa, eh” (risas).
Y esta presión de un público que requiere estímulos constantes.
Cualquier cosa que sea condenar y cancelar me parece lo más represivo que hay.
¿La sentís cuando tenés que escribir?
Para nada, yo soymuy punk en eso. No me importa nada. No es lo mismo cuando escribo para mí que cuando escribo para una empresa en donde te exigen ciertas cosas, que son lógicas. La creatividad necesita de un marco, de límites. Cuando estoy en un marco más industrial, ahí tengo mis límites, pero cuando escribo para mí escucho opiniones, devoluciones de colegas, pero no escucho métricas. Cuando cuento la historia a distintas personas miro todo: si se están enganchando, si se aburren, si bostezan. Si bostezan te querés matar (risas).
¿Es el bostezo la peor patada en la cara a la carrera artística?
Yo creo que sí, es como estar en un escenario tocando y que te revoleen algo. Es básicamente lo mismo (risas).
Si tuvieses que elegir tres momentos gratificantes de tu recorrido en la escritura, ¿cuáles serían?
El primero sería sin dudas el primer laburo que agarré. Fue con otro guionista que había arrancado un poco antes que yo, Marcos Osorio, el de Simuladores. Tuve la suerte de laburar con alguien muy talentoso y hacerme muy amigo. Recuerdo disfrutar muchísimo de eso, fue la primera temporada de Conflictos en red, en Telefé, en 2005. Recuerdo mucho la energía de la novedad, quedarme con este pibe desde las 8 de la mañana hasta las 2 de la madrugada, tirando ideas. Una pulsión por la escritura tremenda.
Después está todo lo referido a Ciencias Naturales, la peli de Matías Luchessi con Paola Barrientos, que ganó varios premios. Fue como ir a Disney, todo lo que salió con esa producción fue inesperado. Hay un momento que resume mucho, que es el estreno en Berlín. Vos soñás con un estreno, pero ese fue por encima del sueño, en una sala que era como el Luna Park, me temblaban las patitas. Terminó la película y nos pusieron una luz cenital, para que hablemos. Mi inglés era de cuarta. El director tenía mejor inglés que el mío, pero tampoco para tanto. Fuimos con Atlántida, otra peli argentina, y la embajada les había puesto un traductor. Pegamos onda y nos hizo la traducción cuando hablamos. Era una película monstruosa, espectacular.
El tercer momento es la docencia. Si bien no es un pico, es un día a día, yo disfruto mucho. Una vez por semana tengo clase con los chicos y durante la semana tenemos un ida y vuelta por mail. Es de un disfrute muy grande.
Sintetizo los tres momentos como la energía de la novedad, la energía del logro y la energía del día a día.
Hablando de lo cotidiano.
¿Cómo es el paso a paso para escribir un guion?
A nivel personal, no tenés método. Yo no tengo rutina, ni quiero tenerla. Si te hablo de lo profesional, tenés tres momentos: la escritura del tratamiento, luego las escaletas -que son títulos que desarrollás- y por último escribís el dialogado. Pero en el laburo creativo personal, lápiz y papel en mano, me va bajando la data, voy viendo qué aburre, qué entretiene, y cuando tengo el mapa general arranco con todo.
¿Cuánto te demora?
Ahora estoy terminando un guion con un ex alumno que hace casi dos años estamos escribiendo. Obvio que esto es porque hacemos cada uno nuestros trabajos, los que nos dan de comer, y dedicamos el tiempo que queda para esto. Si pensamos en un episodio de una serie para una productora, te dan más o menos un mes por capítulo. Es el tiempo justo para pensar y repensar cosas. Tenés que tener en cuenta cómo va a seguir el capítulo que viene, qué pasó el anterior, además te toca esperar todas las marcas que te dan los productores, que a veces salen con que tal personaje prefieren que en vez de paracaidista, sea buzo. Y vos escribiste veinte páginas en el aire que tenés que pasar al agua… (Risas) Te dicen eso, es tremendo,“Ponele un laguito al lado del aeropuerto, si total es lo mismo”. Hay algo de la dinámica del trabajo con productores que es muy graciosa también, está el cliché del guionista: un tipo muy creativo, que no le alcanza el tiempo ni la plata. Y el polo opuesto es el productor, que te cercena todo y hace estas cosas, de llamarte para decirte:“Pará, ¿estás escribiendo de un buzo? Mirá que consigo la cancha de River, mejor haceme un futbolista”.
¿Cuál es tu situación creativa en este momento de aislamiento?
Por momentos bien, conectado, y por momentos no. Tiene que ver con que uno escribe y quiere ver cómo se llevan a cabo esos relatos. La incertidumbre ya no es solamente sobre ver si está bien tu laburo, si no también que por ahí te dicen que la preproducción arranca en septiembre y ¿qué sabés? A nosotros nos pasó con Puerta 7, la serie que hicimos para Netflix: había una segunda temporada, la escribimos entera y para mí era mucho mejor que la primera. Es una serie muy cara y nos agarró la pandemia en el momento de preproducción. Habían ido a buscar actores, sumaron a Minujin (Juan), había dicho que si, toda una expectativa que en marzo se cayó. Y se pierde el momento, querer hacer una serie ahora con la que hace un año y medio no pasa nada, es algo en lo que no van a querer apostar. Ya no se hace. Mi ánimo con estas cosas fluctúa constantemente. Como el de todos, creo.
Ahora que van a empezar a hacer muchas cosas por el estilo
¿Escribirías algo relacionado al Covid?
Si es de oficio, lo hago. Tratando de ponerle una impronta, porque si no me aburro. A mí particularmente no me parece interesante escribir sobre el Covid. Tal vez si me lo vendés un poquito, a los cinco minutos me pongo la camiseta y estoy a full. No tengo problema, escribo sobre cualquier cosa. Pero no es un tema que me parezca atractivo, me parece que de acá a cinco años ya nadie se va a acordar. Como el 2001, a mí la verdad me interesa cero (risas). Sentarme a ver una película que habla del 2001 -no quiero tirar palos, pero me pasa con La Odisea de los Giles- me embola. Si hay un lado B, obvio que me engancha, pero si es lo mismo que yo pienso, me parece un embole.
Si tuvieses que armar tu equipo para hacer una producción, gente de esta época o anterior, ¿A quiénes llamarías?
Me voy a ir recontra para atrás. Un sueño total, me encantaría escribir algo filmado por John Ford. Con toda la poesía, la lírica de ese chabón, el amor que le ponía a cada plano. Ni siquiera era algo estético, Ford era la sensibilidad pura, la ética, era todo, era tan groso que dejaría que él elija los actores. No te hago un dreamteam, te resumo eso: escribir algo que pueda filmar John Ford.Me fui al realismo mágico, pero ya que puedo jugar, juego. Ser guionista es también soñar un poco todo el tiempo, ¿no?