Especiales de Isec Post: aguas turbias, hacia dónde corre el agua en Argentina
Por Loic Paul Dugelay, 8:09 Hs. Lectura aprox.: 10 min.Abrir la canilla es un reflejo automático para beber o lavarse. Estos gestos diarios, a menudo inconscientes, tienen un impacto sobre el planeta cuyo costo medio ambiental se hace cada vez más peligroso para la supervivencia del ser humano. Para las necesidades vitales e higiene personal, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda utilizar 50 litros de agua por día y por persona. En la Argentina se estima que el consumo es siete veces mayor rodeando los 350 litros cotidianos por persona.
De un lado del espectro del consumo de agua se encuentran los países desarrollados con consumos promedios que se ubican entre 150 y 300 litros y en el otro extremo los valores alcanzan penosamente los 25 litros en zonas subdesarrolladas. No obstante, el consumo medio mundial de litros de agua por persona es de 1.800 litros diarios si se suman las actividades en las que se utiliza el agua para la agricultura y ganadería un 75 %, e industria un 8 %.
¿De dónde viene el agua que se consume en la Argentina?
El agua tiene tres orígenes distintos, la meteórica, apta para el consumo humano bacteriológicamente hablando pero hay que filtrarla, la superficial que proviene de ríos o vertientes, presenta turbiedad, puede estar contaminada y debe ser decantada, filtrada y clorada. Finalmente la más común, el agua subterránea.
Solo el 2,5% del total del agua en la tierra es potable. De esa cantidad, el 70% está en forma de glaciares y hielo (24 millones de km3) y el 30 % está en acuíferos subterráneos con sólo el 0,3% en lo que se llama aguas superficiales que circulan sobre la superficie del suelo, producidas por las lluvias o por el afloramiento de aguas subterráneas en forma de manantiales.
Una cortina de humo azulada
Una leyenda urbana, muy tenaz dentro de la sociedad argentina, afirma que el país tiene una de las reservas de agua dulce más importantes del planeta. Una confusión generada sin dudas por la dimensión del país y quizás por los numerosos lagos y glaciares. Sin embargo, los números y los hechos no concuerdan con este rumor. En km3, la Argentina, aún siendo el 8° país más extenso del planeta, llega al puesto 16 en reserva de agua dulce con 876 km3 y al puesto 11 correlativamente a su población.
En abril de 2019, Miguel Ríos, un voluntario de Unicef, compartió una fotografía en la redes sociales que provocó una indignación a nivel mundial. Agregó a la foto el comentario siguiente: “Mientras el país se prende fuego, esta niña guaraní se hidrata desde el suelo. Algo estamos haciendo mal como sociedad, ¿no?”.
Impactante fotografía de una niña bebiendo de un charco en Argentina abril/2019
¿Hacia dónde corre el oro azul?
Si bien el promedio de consumo por día y por habitante en la Argentina es uno de los más altos del mundo, las disparidades adentro del país son abrumadoras. Actualmente, la cifra oficial que comunican las autoridades argentinas es de 7 millones de personas sin acceso al agua potable, lo que equivale a un 16% de la población. De otro lado, las organizaciones no gubernamentales (ONG) anuncian una falta de agua que alcanzaría al 21% de los habitantes lo que vendría a ser otros 2 millones de personas.
En 2010, se registraron 1.956.089 hogares afectados por la falta de agua, lo que representa un incremento del 26% comparado al censo del 2001. Un mal presagio para el 2020. Mirando las disparidades internas al país, nos llevamos algunas sorpresas, por ejemplo con Misiones que, a pesar de las impactantes cataratas de Iguazú, es la provincia en la que mayor cantidad de personas carecen de agua corriente afectando un 28% de los hogares. Le sigue la provincia de Buenos Aires (25%) debido en particular al desarrollo incontrolado de las villas de emergencia.
Las responsabilidades se comparten entre las condiciones desastrosas o inexistentes de suministro del agua y las inequidades económicas. La Argentina siendo un país federal, se observa que en los lugares donde el servicio (a cargo dela empresa estatal Aysa) está subsidiado, el agua se derrocha. El la Capital Federal, el consumo diario por persona asciende a más de 560 litros, tres veces más que todo el resto del país cuyo promedio es de 180 litros.
La falta de agua está asociada a la pobreza, sea urbana o rural. En las villas de emergencia, la cantidad de familias sin agua llega al 55,8%. Sin embargo, es peor en el ámbito rural. En Santiago del Estero, cuatro de cada diez hogares no tienen agua corriente y se ven obligados a buscarla fuera del hogar. Lo mismo pasa en el 35% de las viviendas de Formosa y del Chaco. Según la fundación Plurales, existen comunidades en las que se debe caminar entre cuatro y seis horas para conseguir el recurso, y la tarea a cargo de la mujer.
¿Qué sale del grifo?
El problema del agua no es solamente su disponibilidad sino también su calidad. La Argentina es uno de los pocos países del mundo a tener un agua de canilla consumible. Aun así, las disparidades son legiones y poco se habla de la existencia de arsénico en las aguas. El tema está muy confinado a los “Congresos de Eruditos” y la razón con la cual se justifica es que supuestamente: “No hay que alarmar a la gente”. Uno de cada diez personas en el país tiene arsénico en el agua que consume.
En una entrevista con el diario Página 12, Marta Litter, Doctora en Química, de la CNEA (Comisión Nacional de Energía Atómica de Argentina), el 14/08/2013, declaró: “La mayor contaminación viene porque hay minerales de arsénico en el fondo de las superficies cubiertas por el agua. Existen 200 tipos de minerales de arsénico. Hay que desarrollar la investigación en tecnologías de remoción de arsénico y hacer conscientes a las autoridades para que apliquen las tecnologías que permiten controlar el problema. Pero, sobre todo, no hay que dejar que cunda el pánico.”
Los expertos de la materia dicen que la ingestión prolongada de agua con tenores elevados de arsénico (As) produce severos daños en el organismo humano, dando lugar a una enfermedad conocida como hidroarsenicismo crónico regional endémico (HACRE).
La Dra. Litter señaló que “en Argentina esta enfermedad afecta a cuatro millones de personas. El arsénico es un veneno muy potente si se ingiere en grandes dosis, o si se ingiere en dosis menores pero durante períodos prolongados. Es uno de los elementos tóxicos más abundantes en la corteza terrestre”.
La aguas turbias de las provincias
En las zonas urbanas como se mantienen las redes de agua potable. En septiembre del 2014, con una sentencia con pocos precedentes en el país, el Juez Federal de La Plata, Adolfo G. Ziulu condenaba al Estado nacional, a la Provincia de Buenos Aires y a las empresas prestadoras del servicio de agua y servicios cloacales del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), a realizar importantes obras de infraestructura destinadas a revertir el ascenso de la napa freática en amplios sectores de la Ciudad de Buenos Aires y del conurbano bonaerense.
La sentencia deja en claro la responsabilidad del Estado nacional, la Provincia de Buenos Aires, las empresas “Aguas Argentinas” (y su continuadora, la sociedad del estado “Aguas y Servicios Sanitarios S.A.”) y los entes reguladores de la concesión (el ex ETOSS, actualmente: ERAS y APLA), en el desequilibrio de los acuíferos subterráneos producido por la irrazonable gestión del servicio.
Al rescindir el contrato con Suez y crear una nueva compañía pública, el entonces presidente Néstor Kirchner había dejado muchas esperanzas de que se mejore el servicio y el saneamiento del agua en la capital y sus alrededores. En la provincia de Santa Fe ocurrió algo similar. Muñoz recordó que Suez, que iba a usufructuar el negocio por 30 años, se quedó sólo 10. Los incumplimientos de contrato, los aumentos injustificados de tarifas y la mala calidad del servicio forzaron su retiro, de modo similar a lo ocurrido en otros países.
Pronóstico meteorológico: cielo nublado con posibles claros
El agua falta porque faltan obras. También por culpa del cambio climático. En Socavones, localidad de la provincia de Córdoba, hace siete años que no llueve. El lugar tiene una extensión de 40km cuadrados y una población de 100 habitantes. La sequía mató a casi todos los animales, ni hablar de las huertas, fuente principal de alimentación de los habitantes.
En febrero de este año, la base de investigación argentina Esperanza, situada en la Antártida, ha dado a conocer que había registrado una temperatura récord de 18,3 grados Celsius sobre cero. Es la temperatura más alta jamás registrada durante el verano austral y está entre las regiones de calentamiento más rápido del planeta con casi 3 grados promedio en los últimos 50 años. Según diversos informes científicos, la perdida anual en la capa de hielo antártica aumentó seis veces entre 1979 y 2017.
El agua es un recurso escaso, cada dos minutos muere un ser humano por falta de agua potable, algo difícil de comprender desde el mundo civilizado, que obtiene el líquido elemento sólo con abrir el grifo. Además, el 20 por ciento de las especies de agua dulce corren peligro de extinción, víctimas de la contaminación o de la disminución de reservas. En la actualidad, 26 países sufren la escasez de agua, pero la previsión es que en 2025 sean 41 los países que presenten un déficit crónico de agua, afectando a 2.800 millones de personas, el 35% de los 8.000 que por entonces habitarán el planeta. Saquen las calculadoras!
Las migraciones causadas por la crisis climática afectarán sobre todo a países de renta media con un gran sector agrícola, como Argentina, Uruguay, Brasil o México, según un estudio que relaciona el calentamiento global con los movimientos poblacionales en el futuro. Los cambios en el medio ambiente, como la acidificación de los océanos, la desertificación y la erosión costera, así como la mayor frecuencia de eventos climáticos extremos, están impactando directamente en los medios de vida de la población y en su capacidad para sobrevivir en sus lugares de origen.
En 2019, casi 2.000 desastres ambientales provocaron 24,9 millones de desplazamientos internos en 140 países y territorios, según datos de Naciones Unidas. Se trata de la cifra más alta registrada desde 2012 y tres veces el número de desplazamientos causados por conflictos y violencia.
¿Y el COVID-19 en todo esto?
La infraestructura será crucial para impulsar la recuperación post-pandemia. La mitad de los hogares más pobres gastan el 14% de sus ingresos en agua, energía y transporte público, lo que representa un 30% más que en otras regiones en desarrollo.
Las mejoras en la infraestructura reducirán las desigualdades y ayudarán a las poblaciones vulnerables que se han visto particularmente afectadas por la pandemia de COVID-19. En la medida en que se produce un aumento en la eficiencia en los servicios y una caída en los precios, los ingresos de los sectores más pobres se elevarían un 28% más en promedio.
“La infraestructura será un componente crítico de nuestros esfuerzos por impulsar las economías y reducir las desigualdades tras la pandemia”, señala Eric Parrado, Economista Jefe del BID. “Los presupuestos serán restringidos, por lo que debemos invertir de manera inteligente y sostenible. Nuestro informe recomienda áreas en las que las políticas gubernamentales pueden promover innovaciones y aportar una visión de la infraestructura que esté orientada a los servicios”, añade Parrado.
Ha pasado ya una década desde que Naciones Unidas declaró el acceso al agua y al saneamiento como un Derecho Universal, un hito histórico con importantes implicaciones internacionales. Sin embargo, aún nos encontramos lejos de garantizar el derecho a todas las personas. Todavía hoy, tres de cada 10 individuos no tienen acceso a una fuente de agua potable o no disponen del tratamiento de las aguas residuales, que suponen focos de enfermedades y epidemias.
En el contexto de la actual pandemia de COVID-19, un grupo de expertos internacionales de las universidades de Birminghamin en el Reino Unido y la Universidad Northwestern en los Estados Unidos instan una acción urgente sobre la seguridad hídrica como elemento esencial para preparar mejor a las sociedades para futuras crisis sanitarias.
En un artículo publicado en la revista “Nature Sustainability” exploran el desafío de la higiene de manos en un mundo del agua cambiante y reflexionan sobre la importancia de hacer un progreso rápido para “asegurar la disponibilidad y la gestión sostenible del agua y el saneamiento para todos” tal y como señala Naciones Unidas en su Derecho Fundamental y Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS).
El profesor David Hannah, que ocupa la Cátedra UNESCO de Ciencias del Agua en la Facultad de Geografía, Ciencias de la Tierra y del Medio Ambiente de la Universidad de Birmingham, señala que “la pandemia de COVID-19 ha puesto al descubierto la urgente necesidad de una acción mundial en materia de seguridad hídrica”. “Esta es un derecho humano básico que no se está cumpliendo en grandes sectores de la población mundial y el COVID-19 nos ha proporcionado una llamada de atención que no podemos permitirnos ignorar”, añade.
Una proyección hacía un futuro 2.0
América Latina y el Caribe necesitan algo más que invertir en nuevas estructuras. Así de contundente se muestra el Banco Interamericano de Desarrollo en su último informe, El Camino a una Mejor infraestructura en América Latina, y el Caribe, en el cual afirma que destinar más fondos públicos y privados a garantizar el acceso, calidad y asequibilidad de los servicios esenciales es asegurar la prosperidad de la región en los próximos años.
La región adolece de profundas brechas en infraestructura frente a las economías más desarrolladas. América Latina y el Caribe ha invertido un 2,8% de su PIB en infraestructura durante la última década, la mitad que los países emergentes de Asia. Aumentos relativamente menores en la eficiencia de los servicios mediante un incremento de la digitalización y otras acciones pueden impulsar el crecimiento en 5,7 puntos porcentuales durante un período de 10 años.
La región tiene un buen desempeño en términos de medidas básicas de acceso pero no en términos de calidad de los servicios. Por ejemplo, el 97% de los hogares urbanos de América Latina tiene acceso al agua, pero menos del 40% de las aguas servidas de las ciudades es tratada. La región está rezagada en penetración de internet y la velocidad de descarga de archivos es 10 veces menor que en los países de la OCDE. Además de la baja calidad de los servicios, los hogares y empresas deben pagar tarifas muy altas.
Por lo tanto, “la tecnología digital permite tener una mejor comprensión de cómo la gente consume agua y electricidad. La infraestructura del futuro será más económica, más sustentable y acorde con la necesidad de nuestros ciudadanos”, agrega el Banco Interamericano.
Una descentralización es necesaria y constituye un poderoso incentivo para que hogares y firmas se adapten, por ejemplo, a las fuentes de energía renovables. Los medidores inteligentes permitirán a los consumidores controlar la calidad del agua que reciben, monitorear su consumo, conocer su patrón de uso, detectar formas de lograr mayor eficiencia, y comprender mejor el contenido de sus facturas. Esto es crítico en una región en la que el 35% de la población habita en zonas de moderada a alta escasez de agua.
Las tecnologías emergentes podrían ayudar a reducir los costos entre un 10% y un 50%, estima el informe. Además, permitirán generar un mayor grado de eficiencia y reducción de precios, sino también cambiar la naturaleza misma de los mercados de servicios. Pero estos logros sólo se alcanzarán si se adaptan las políticas y regulaciones.