"No van a cerrar las escuelas", dijo el entonces ministro de Educación Nicolás Trotta a Télam, en la mañana del 12 de abril. Ese mismo día, pero por la noche, el presidente Alberto Fernández anunció: “He decidido que la circulación nocturna entre las 20 y las 6 se restrinja. No se puede circular por las calles. También quedan suspendidas todas las actividades recreativas, culturales y religiosas que se hagan en lugares cerrados”. De esa manera y por 15 días, las escuelas se cerraron y las clases presenciales se suspendieron. En la vorágine de una pandemia, estas cosas se relativizan. Se pasa rápido a otro tema, porque la agenda así lo indica. Total, ¡qué le hace una mancha más al tigre de la comunicación dentro del Gobierno! Pero las manchas cada vez son más, y en el cuerpo del tigre ya no queda más espacio para pintar.
Históricamente, el peronismo fue verticalista. La figura de un líder, detrás del que todos se encolumnaban. Si había disputas, éstas se dirimían internamente y si había que competir, al final de la pelea se cumplía con el mandato del gran Perón: "El que gana conduce, el que pierde acompaña". Hoy, la realidad es otra. El peronismo atraviesa la difícil tarea de gobernar en coalición. Peronistas duros (los de Perón), kirchneristas, peronistas no kirchneristas, justicialistas, más de izquierda, más de derecha, algunos del centro. Y en la gran jungla de la política argentina, a veces no alcanzan los pochoclos para sentarse a ver los desencuentros internos. Lo que se dice por la mañana, se modifica por la tarde y hasta se vuelve a cambiar entrada la noche. En la emergencia la gente trata de entender los traspiés, pero la paciencia es finita y las recientes elecciones primarias así lo demuestran. Te digo que no cierro, pero cierro, te digo que te quedes en casa encerrado, pero festejo cumpleaños en la quinta, te restrinjo los vuelos del exterior, pero amontono gente en las canchas de fútbol. Embarazo si, embarazo no, juego al misterio y después lo confirmo. Mientras tanto, la gente intenta sostenerse en la nueva normalidad 2021.
¿Qué son esos cortocircuitos internos que se dejan ver fácilmente hacia afuera del Gobierno? Las claras diferencias ideológicas que luchan por sobrevivir puertas adentro, se ponen en evidencia cada vez con más frecuencia. Cabe destarcar un simple ejemplo para graficar la situación: la actual ministra de las Mujeres, Géneros y Diversidad, Elizabeth Gómez Alcorta denunció en 2019 a Juan Manzur, entonces Gobernador de Tucumán, por impedir la realización de una Interrupción Voluntaria del Embarazo (ILE) en una nena de 11 años. El pasado 20 de septiembre, Gómez Alcorta formó parte del público que presenció la jura de Manzur como Jefe de Gabinete. El tema podría entenderse como un "divididos por la ideología, unidos por la gestión". Pero, ¿cómo debe leerse que un gobierno que se dice a favor de la igualdad de género y los derechos de las mujeres nombre como Jefe de Gabinete a alguien que atentó directamente contra esas ideas? Las señales no son claras y la comunicación falla de nuevo. Disculpe señor tigre, vamos a hacer las manchas más chicas para que entren todas.
Mientras los errores se acumulan hay cosas que van quedando claras. La idea de gobierno paternalista no va más. Alberto decidió al comienzo de la pandemia mostrarse como esa figura que todo lo podía. Él comunicaba, él respondía, él anunciaba. Él. Pero Él no es "EL", y dentro del gobierno todos lo saben. Lentamente, la aprobación de la figura presidencial fue cayendo, en contraposición con los contagios y las muertes. El Gobierno agotó las medidas y las medidas agotaron a la gente. Para sumar condimentos políticos a la situación, la vice brilló por su ausencia en los momentos más duros y todo se hizo cuesta arriba. No hay que ser científico para darse cuenta que Cristina no quiere a Alberto, pero en su inteligencia supo que fue necesaria su figura para volver a gobernar. Ella lo pensó como una transición hacia algo más grande, pero hasta al momento esa transición no estuvo exenta de conflictos. El Gobierno se pega solo y los giros bruscos de timón parecen no alcanzar para evitar el impacto contra el Iceberg de noviembre. El tiempo y la gente dirán si el Gobierno reaccionó a tiempo o si las manchas taparon al tigre.