El Reino, un pastor para el rebaño
Por Felipe Aristizabal Cardona, 12:4 Hs. Lectura aprox.: 3 min.
El Reino, la tan mencionada serie protagonizada por Diego Peretti y creada por Marcelo Piñeyro y Claudia Piñeiro, ha dado bastante de qué hablar en las semanas posteriores a su lanzamiento en la plataforma Netflix. Más allá de las acusaciones de algunos colectivos evangélicos y los comunicados en contra de su guionista, esta producción audiovisual supo captar la atención mediática a través de su temática, la polémica suscitada y el anuncio de una segunda temporada.
La trama es frontal y confrontativa: un pastor evangélico que ha decidido hacer política (Diego Peretti), es la fórmula vicepresidencial de un conocido empresario que también incursiona en el medio. El asesinato del candidato deja a nuestro protagonista por su cuenta de cara a las elecciones. Se valdrá del populismo, el fanatismo y algunas maquiavélicas expresiones de la posverdad contemporánea para configurar su campaña y buscar el poder.La apuesta es clara y los referentes conocidos. Jair Mesías Bolsonaro, Donald Trump y algunos otros políticos extremistas y mediáticos del momento que encuentran en el desencanto y el hartazgo del electorado por la política tradicional el caldo de cultivo perfecto para emprender proyectos pseudo fascistas. En el recorrido de los personajes y la nación, el guion representa y satiriza a las iglesias evangélicas, el intervencionismo de Estados Unidos en las democracias, la pedofilia y la demagogia. Estos conceptos van encontrando su lugar en la historia de manera efectiva y sutil, sin que la denuncia opaque a la narración.
El concepto, pues, no es instrumentalizar la historia en función de la ideología, como se denunció recientemente, sino más bien, usar la denuncia como elemento catalizador de los giros de la trama. Es decir, más que adoctrinar, la denuncia busca que la historia avance. Los personajes, por su parte, están caracterizados de manera remarcable, natural y desprovista de moralismos. Las motivaciones de cada uno y su evolución están claras desde el comienzo y su desarrollo fluye con virtuosismo. Existe, eso sí, una inexplicable y no muy justificada aparición del realismo mágico como generador de conflicto y proveedor de soluciones milagrosas, que se antoja forzado y poco coherente con el tono de la serie, pues dicho recurso no es presentado al espectador desde el comienzo de la temporada, que es cuando el guionista deberá pactar con la audiencia qué es creíble y qué no.
Este thriller cuenta además con la iluminación y arte propios del género, con colores fríos, sombras y claroscuro, imágenes lavadas y otros recursos para generar ese halo siniestro e incierto que nos persigue a lo largo de los 11 capítulos. El vestuario y el arte, fruto de una cuidadosa investigación, aportan verosimilitud y nos permiten adentrarnos en el universo de los personajes, a la vez que la historia avanza con lentitud, suspenso e incertidumbre. El relato es atrapante y audaz y a pesar de la tensión constante, se las arregla para desarrollar un sentido del humor sarcástico, con momentos impredecibles y guiños desopilantes que terminan de definir el lugar en que se ubica el narrador.
¿En verdad se banaliza y se mete a todos los pastores y representantes de la fe evangélica en un mismo saco? El relato mismo pone de manifiesto que la religión es sólo el terreno en el que unos personajes de corte perverso han decidido levantar un imperio.
La pregunta en este punto del análisis es: ¿en verdad se banaliza y se mete a todos los pastores y representantes de la fe evangélica en un mismo saco como algunos señalaron? El relato mismo pone de manifiesto que la religión es sólo el terreno en el que unos personajes de corte perverso han decidido levantar un imperio, pudiendo haber elegido cualquier otro contexto. Es claro, para que existan pastores malos, tienen que ser la excepción a la regla en un mundo de pastores que trabajan en pro de su comunidad y de la fe que profesan. De lo contrario no sería posible aprovecharse de las creencias de un grupo y guiarlo sin escrúpulos hacia donde los protagonistas buscan empujar a sus seguidores. La serie misma se encarga de escenificar ese contexto desde el comienzo.
Las artes y con ellas los artistas - en este caso los artistas audiovisuales - tienen el poder de denunciar, advertir, imaginar o simplemente recrear. Los creadores de El Reino han sabido combinar tales funciones y condensarlas en una serie oportuna para el momento histórico que viven las democracias a lo largo y ancho del mundo. Tal vez algunas narraciones actúen como una vacuna, al inocular a su audiencia con los necesarios anticuerpos contra gobiernos antidemocráticos. Si de eso se trata, con la primera temporada nos fue administrada la primera dosis y se acaba de confirmar la segunda.
Año: 2021; Capítulos: 11; Plataforma: Netflix; Creadores: Marcelo Piñeyro, Claudia Piñeiro; Reparto: Diego Peretti, Chino Darín, Nancy Dupláa, Joaquín Furriel, Peter Lanzani.