El movimiento en crisis
Por Catalina Marin, 3:02 Hs. Lectura aprox.: 5 min.
|Por Catalina Marín|
La bailarina, María Eugenia Garibotti, cuenta la complicada situación a la que se enfrentan quienes se dedican a la industria del arte tanto en la normalidad de los días como ahora ,en tiempos de cuarentena.
“Maru”,como la llaman quienes la conocen, es una joven argentina, de veinticuatro años, dedicada a la industria del entretenimiento comercial, que ha tenido la oportunidad de trabajar en numerosos proyectos culturales y televisivos importantes del país.
Desde hace cinco años ,además, se encuentra dedicada a la docencia con madurez y placer, buscando generar, en sus clases de fusión de estilos, un “espacio de desafío, disfrute y contención, lleno de energía positiva”. Ello ,en tiempos de aislamiento, le resulta un problema ya que debe intentar constantemente que esa energía “traspase la pantalla”.
De todos modos, mantiene un perfil optimista y alegre, a la hora de enseñar virtualmente, convirtiendo su living en su nuevo estudio de danza.
Con esas características tardó así, menos de una hora en responder la convocatoria por videollamada: “Dale, me encanta la idea”, fue su respuesta en el chat directo con ella, destilando entre la sencillez y dulzura.
Y es que si de hablar de injusticias en el medio se trata, siempre se encuentra preparada para conversar. Por eso en sus redes se halla constantemente activa, intentando generar contenido que la defina tal cual es. De hecho, en más de una oportunidad ha compartido algunos de sus pensamientos con sus seguidores (logrando llegar a un gran alcance de personas).
La escenografía que podía asomarse en nuestra llamada además, mostró mucho esta esencia propia que tanto comparte: una mujer sencilla, de rodete y maquillaje; que viste con ropa cómoda y colorida, luego de una larga hora y media de clase online. Con un cansancio notorio, a su vez, responde simpática, pasional y bien predispuesta desde su pequeña y tan decorada sala -ahora también, espacio de trabajo- siendo fiel a sus valores y convicciones.
– ¿Qué rol ocupa – actualmente – la danza en tu vida? ¿Fue mutando con el tiempo?
– Actualmente la danza, en mi vida, es mi trabajo, mis estudios y mi hobbie. Ocupa los tres roles.
Claro que fue mutando con el tiempo. Yo arranqué a bailar, a los cinco años, y empecé a estudiar danza a los ocho. Al principio ,obvio, lo tomaba como una actividad extracurricular pero con el tiempo me di cuenta que encontraba ahí un espacio para crear mi propio autoestima. Porque bailando me empecé a sentir muy bien: el moverme me llenaba, me permitía confiar en mí y conocerme.
Elegí entonces el título de bailarina ,tal vez, como una manera de…no sé…”regalarme” una persona en la adolescencia -que es donde tanto considero que buscamos definirnos-.
-¿Pensaste alguna vez en dejar tu profesión por los prejuicios de la sociedad?
-Sí, claramente -asegura, con total firmeza-. Hace exactamente dos años y por cuestiones de la sociedad que influían en la industria, en lo que refería a lo estético. Porque nadie te dice cuando te vas a dedicar a la danza – de manera comercial- que no es tan importante como bailes sino la imagen que va acompañada con vos. El oficio puede ser muy injusto y hasta no darte oportunidades laborales si no cumplís con esa manera de mostrarte o no tenés contactos. Y sé que pasa en muchos otros rubros. Pero todavía me entristece ver cuando hay gente que trabaja mucho y no consigue cierto empleo por cuestiones ajenas a su formación. Sentí que no iba a poder contra eso y quise “rendirme”.
Aunque suene medio cursi -ríe- hace dos años quería dejar todos mis sueños y metas por esto de la imagen. No tenía la fuerza mental para enfrentarlo; como a diferencia de ahora, que pude “hacer un click” en mi cabeza e intentar que no me afecte demasiado.
– ¿Qué destacas del rubro?
-Lo que más me gusta del rubro de la danza yo creo que es cuando conectamos un poco más con la parte del arte. Con “el capital humano”,como le vengo diciendo últimamente. Construir desde el movimiento también es otra de las cosas que disfruto mucho. El ver cómo en mi cuerpo puedo expresar lo que me pasa; y cómo la gente con la que bailo, ya sean amigos, compañeros o alumnos, hacen lo mismo pero a su manera.
-¿Cómo crees que está viviendo la industria del arte este aislamiento?
-Muy mal -responde, entristecida. En lo que respecta a mi área puedo decir que las clases virtuales no logran reemplazar a este “capital humano” que mencioné anteriormente. Si lo que hace a la danza tan especial, como lo es el compartirla con otros, no está; entonces éste tampoco. Se pierde.
Además ,dado el contexto, se encuentran en pausa las distintas maneras que hay para subsistir bailando: los recitales, los teatros, los eventos y los centros culturales. Esto supone una gran problemática para quienes trabajaban como intérpretes o coreógrafos.
– ¿Considerás que se pierde “potencia” al enseñar, a través de una pantalla?
-Sí, definitivamente. No me gusta no poder estar presente para ayudar a mis alumnos. Estamos trabajando con cuerpos, además. Y si bien lo que yo enseño no requiere de tanta técnica, colocación o de riesgos mayores que incluyan saltos o giros; aún así no deja de ser peligroso no estar físicamente dando la clase. Si no veo lo que hacen y no los corrijo, entonces no estoy cumpliendo bien mi rol como docente. Lo cual, no sucede en una clase presencial -expone, con tono nostálgico-.
Por eso cuando dicen que todo lo humano puede reemplazarse por lo virtual, no estoy de acuerdo.
-¿Supones que el aislamiento atrasa al bailarín en su formación? ¿Encontrás algo positivo en esta nueva forma de entrenamiento, a través de Internet?
-Lo positivo de tomar clases virtuales creo que es la variedad que hay. Esta modalidad online te permite entrenar con gente de afuera a un precio mucho más accesible; cambiando completamente lo que solíamos hacer los bailarines, ahorrando todo el año, para viajar a Estados Unidos a intensificar nuestros estudios. O sea, entrenamos en Los Ángeles desde nuestras casas.
Igualmente no considero que ésta sea una correcta formación. Obvio que te atrasa.Por eso siento mucho agradecimiento al ver a mis alumnos practicando en sus casas. Más que nada porque a mi como bailarina me está costando mucho. Me encuentro muy desmotivada.
Y no quiero sonar “conductora de televisión” -asegura, sarcástica- pero que me abran las puertas de sus casas y sus espacios para aprender mi contenido me parece super loco y lo valoro un montón.
-¿A qué te referís cuando hablás de “correcta formación”?
-Justo de esto me gusta mucho hablar -sonríe-. Para mí un bailarín tiene que ser sumamente versátil. Si bien así fui yo criada, igual considero que a la hora de trabajar eso te juega mucho a tu favor. Por ejemplo cuando estás en una audición, que te exige un cierto estilo. Podés incorporar en ella parte de tus estudios u otros estilos. Y eso ya de por sí genera un diferencial que a la hora de contratarte siempre suma.
– Pero hoy en día hay muchos bailarines que no realizan una formación técnica en profundidad y de todos modos obtienen importantes oportunidades laborales, ¿Qué opinás de esto?
-La verdad me rendí de luchar contra eso -responde, resignada-. Siendo sumamente honesta, desde un lugar de celos y envidia. Con los años uno entiende que trabajar en este rubro no se trata sólo de talento.
De todos modos, pienso que podes lograr un mejor trabajo, más ético y satisfactorio para uno, haciéndolo de la mejor manera posible: siendo imprescindible poder combinar todas las áreas. Además, es sumamente importante entender de donde sale el movimiento; para abordar una buena enseñanza y evitar lesiones.
-¿Qué pensás del nuevo Movimiento Federal de Danza que se creó durante la cuarentena, para eliminar todas estas problemáticas que mencionas?
-Creo que es muy buena esta iniciativa. Considero que es necesario que se empiece a regularizar el trabajo de los bailarines en Argentina. Más que nada porque frente a la falta de leyes existen muchas discontinuidades en nuestros trabajos. Quienes nos dedicamos a la danza además entramos en las leyes de la Asociación Argentina de Actores ,en caso de trabajar en televisión. Y en caso contrario, en el Sindicato Argentino de Músicos cuando se trata de acompañar a un artista. No tenemos un organización nuestra. Y es sumamente importante que exista para que todos sigamos “una misma línea” y evitemos así diversas injusticias, que se dan, ya sea desde trabajos no pagados y mal pagos, en adelante.