Covid-19; enfermedad y muerte
Por Cecilia Elisabeth Bosco, 3:59 Hs. Lectura aprox.: 3 min.
En marzo del 2020 comenzó a circular el virus llamado Covid-19 por todo el mundo. Para octubre de ese año se revelaba un promedio de 14234 nuevos casos en una semana, significando que para ese entonces, muchas familias ya habían sido contagiadas y sufrido las consecuencias de dicha enfermedad. La familia Bianco no fue la excepción y esta, es su historia.
Era una tarde de octubre del año 2020 cuando Marcelo Bianco, de 52 años, llegó a su casa luego de trabajar 8 horas en la línea de colectivos 177. Se sentía extraño, con mucho calor, sus mejillas estaban enrojecidas y sus pies helados, seguro era una leve gripe, era imposible que tuviera ese virus del que todos hablaban. Su esposa, Silvana Vivas, le tomó la temperatura y efectivamente tenía 39 de fiebre. Influenciado por ella, Marcelo llamó a una ambulancia para que le digan qué tenía y cuando lo revisaron confirmaron que tenía síntomas de COVID-19. Le ordenaron a él y a toda su familia aislarse por 14 días, ya que probablemente todos ya lo tenían.
¨Llamé al trabajo y avisé que me encontraba aislado, pero para mi sorpresa me dijeron que si no me hacia un hisopado tenía que trabajar igual, a pesar de las indicaciones médicas¨, declaró Marcelo indignado. ¨Fui a un hospital público, me hice el hisopado, pero el resultado nunca llegó. Como necesitaba que me paguen los días, fui a uno privado, me lo hice otra vez y cuando por fin obtuve el resultado era inconcluyente. Dijeron que no sabían si lo tuve, si no lo tuve o si aún lo tenía. No lo podía creer, había gastado $3500 para que me dijeran eso. Por suerte una semana después llegó el primer resultado y era positivo. ¨
Silvana es docente, por lo que podía continuar trabajando de manera virtual y continuar con el aislamiento de igual manera. Por su parte, el hijo, Agustín, que trabajaba en un lugar gastronómico, avisó de la condición de su padre y aceptaron el aislamiento. Sin embargo, luego de una semana le pidieron que volviera. Lo mandaron a hacerse un hisopado, seguros de que daría negativo debido a que aún no presentaba síntomas y como era de esperarse le dió positivo.
¨No fue raro que mi papá agarrara el virus, no se cuidaba, salía a cada rato a pesar de que no se podía, invitaba gente todo el tiempo, usaba mal el barbijo…era cuestión de tiempo. La bronca estaba en que nosotros si nos cuidábamos, pero no sirve de mucho si uno no lo hace para nada. ¨, aseguró Agustín. ¨Los síntomas de todos fueron variando, papá tuvo mucha fiebre durante unos cinco o seis días, vómitos y tos, cuando terminó su cuadro había perdido mucho peso. Yo empecé a manifestarlos una semana después, empecé mostrando fiebre, luego vómitos y lo peor fueron los problemas para respirar. Me puse tan nervioso que hasta me dieron ataques de pánico. El único síntoma que tuvimos todos fue dolor de cabeza, más que nada en la parte de los ojos¨ Señaló.
Silvana, quien cuidó de todos ellos, fue asintomática. El último en contagiarse fue el mayor de todos, el abuelo Guillermo, de 82 años, tenía Alzheimer, movilidad reducida e hipertensión. Presentó tos, cansancio y dificultad para respirar.
¨Un día lo escuchamos tosiendo y luchando por respirar. Llamamos a la ambulancia y se lo llevaron enseguida. Tenía neumonía además de todos los problemas que lo hacían paciente de riesgo, por lo que estaba bastante complicado. Fui con mi marido para visitarlo un par de veces, pero no nos dejaron pasar. Mi relación con el hombre no era muy buena, chocábamos mucho, pero estaba triste porque sabía el apoyo emocional que él significaba para Marcelo”, declaró Silvana, entre lágrimas.
Esta familia se recuperaba de la desestabilidad económica que trajo la pandemia consigo, ya que le habían bajado las horas de trabajo al marido, se habían reducido las clases para Silvana y habían despedido al hijo, quien fue uno de los pocos afortunados que luego de estar cuatro meses desempleado recibió un llamado de su ex jefe diciéndole que lo necesitaban de vuelta. Esto no es muy común en este contexto ya que con la pandemia, el desempleo llegó a un 11% en el año 2020.
Las consecuencias físicas de la enfermedad quedaron en todos y cada uno de los sobrevivientes. Agustín desarrolló ansiedad en el encierro, y tras tener el virus, aún le cuesta respirar. Silvana, quien no presentó ningún síntoma, al hacerse un estudio genérico le informaron que había tenido coronavirus, notable en sus pulmones que presentaban manchas irregulares, como en todos los que habían sido víctimas de esta enfermedad. Marcelo, que no creía en ella, no se cuidaba en absoluto y no respetaba ninguna medida impuesta para protegerlo a él y a todas las demás familias, ahora se cuida más que el resto de su familia debido al alto grado de exposición que tiene a causa de su trabajo.
Un año y cuatro meses después, aún hay gente que no se cuida lo suficiente a pesar de las nuevas cepas, los excesivos contagios y las muertes masivas.
Imagen de Revista El Hospital