Colombia: Masacre de Samaniego, 20 minutos infernales
Por Fernanda Forero, 10:0 Hs. Lectura aprox.: 5 min.
Hola soy Javier uno de los sobrevivientes a la ya olvidada “masacre de SAMANIEGO” (Samaniego, pequeño pueblo que es parte de la provincia de Nariño al sur de Colombia) Fueron 20 minutos infernales del 15 de agosto del 2020.
Debo confesar que me despertó de la vibración del celular de la cantidad de mensajes que llegaban del grupo que le pusimos “asadito y algo más” casi 103 mensajes. Era lo más lógico ya que era el reencuentro a muchos nos los veíamos desde el colegio o desde la navidad pasada y los que estudiaban afuera del pueblo aprovecharon la pandemia para volver a casa. De hecho yo era el único que estudiaba y trabajaba en Samaniego.
Fui a la tienda (kiosco) por el hielo que me tocaba llevar, me arregle y prendí la moto para ir a la finca (quinta) de la abuela de Óscar Andrés Obando que queda a 15 min del centro de Samaniego. Me despedí de mama y recuerdo tanto que me dijo: “mijo por favor no tome tanto y no llegue tan tarde”, luego me dio su bendición y me fui en la moto. Cada vez escuchaba mas cerca la música y se sentía el ambiente de fiesta, pase sobre el puente que atraviesa el rio Patia para por fin llegar a la quinta.
-“casi que no llega, parce es que tomar pola (cerveza) caliente, no es muy rico que digamos, igual era a las 2 no a las 3 jajaja” me dijo Diego, uno de mis amigos del colegio mientras me ofrecía una cerveza con una sonrisa. De hecho ahora que recuerdo fui el último en llegar.
Empezamos el asado con buena música y risas, las chicas se encargaron de organizar juegos y karaoke, así que dentro de todo fue perfecto, empezó a caer la tarde y recuerdo que sacaron whiskey para empezar mejor la noche. Todo esto que cuento pasa en mi mente como una película que vi, pero recién estoy cayendo que fue lo que paso. Unos estábamos hablando, otros bailando, otros tomando, nada fuera de lo común.
Tipo 9 pm, Sebastián Quintero de 24 años (quien era uno de mis mejores amigo del colegio y habíamos decidido ir a la misma universidad en Cali (provincia al norte de Colombia), pero para mí mala suerte no pase el examen de admisión así que me quede aquí en Samaniego. El decidió hacer un brindis, por la amistad, la mayoría empezábamos a embriagarnos, la música y las voces comenzaron hacerse más fuertes, todo era risa. Hasta que llego el comienzo de la horrible noche.
La hora exacta no lo sé, era más o menos las 9:30 cuando llegaron dos hombres por la parte del rio y otros dos por atrás de la casa y nos hicieron apagar la música. Venia vestidos de jeans, con botas negras, chalecos negros y con pasamontañas (encapuchados) en la cara. Los fusiles y armas parecían nuevas, yo intente buscar algo, un pañuelo para identificar si eran del ELN o LAS FARC (grupos subversivos en Colombia). Pero no encontré nada. Puedo afirmar con seguridad que no eran de la zona, incluso uno de ellos tenía acento mexicano.
*Imagen ilustrada
Empezaron a gritar e hicieron entrar a todas las mujeres a la casa, todo era un caos. A nosotros los hombres, nos hicieron ponernos boca abajo en el piso del patio con las manos en la cabeza, yo quede al lado de Sebastián quien como todos estábamos temblando y llorando.
Yo en ese momento pensé en todo, que era un secuestro o una broma, empezaron a tratar mal, patearnos y algunos nos ponían las botas en la cabeza. Hasta que pidieron que se levantaran tres a la zar y los llevaron al semicírculo de sillas, los arrodillaron les apuntaron en la frente, en ese momento cerré los ojos tan fuerte para no inmortalizar esa imagen en mi cabeza. Pero fue inevitable no abrirlos al escuchar el primer disparo para saber quién era y al primero mataron a Byron Danilo Patiño contador público trabaja en Cali (provincia) tenía 25 años, Después Bryan Alexis Cuarán, de 25 años, un amigo de infancia de Byron y deportista destacado en Samaniego. En este momento cerré mis ojos por que empezó a correr la sangre de Danilo y Bryan, hasta nuestros rostros. Yo vi de rodillas a Daniel Vargas tenía 22 años, estudio conmigo todo el colegio y actualmente era estudiante de Radiología en Pereira (provincia), con él se demoraron más, el lloraba y rezaba y luego le dispararon tres tiros en la cara.
Hubo un silencio pero estábamos pasmados las chicas lloraban y nosotros estábamos boca abajo y pensé que ya habían acabado. Mi cuerpo estaba lleno de sangre y al parecer ellos disfrutaban que nos llegara la sangre de nuestros amigos. Pero una vez más escuche cuatro disparos. Hasta que uno de los matones el que para mí tenía acento mexicano dijo: “Traigan a los otros”, en ese momento todo fue caos.
Tres de mis amigos que permanecían boca abajo, entraron en pánico y decidieron salir a correr. A dos de ellos, dos encapuchados que hacían guardia les dispararon por la espalda. Y al tercero, Campo Elías, lo persiguió uno de los asesinos y lo remató en la parte trasera de la casa.
Rubén tenía 23 años y estudiaba Enfermería en Pasto (capital de la provincia de Nariño). Campo Elías Benavides, tenía 17 años, aún no terminaba el colegio y Óscar, de 24 años, cursaba tercer semestre de Administración Deportiva en la Escuela Nacional del Deporte en Cali (Provincia).
Sacaron a las mujeres de la casa y les mostraron lo que habían hecho y luego nos ordenaron a todos correr, todos empezamos a levantarnos para correr y vimos que le dispararon a Laura Mishel Melo Riascos, 19 años, estudiante de Medicina en Pasto. La mayoría corrieron hacia el rio y perderse dentro de la naturaleza.
Yo me levante para correr pero se formó la balacera y con Sebastián nos tiramos al piso y yo me mandé las manos a la cabeza y cerré con fuerza los ojos, estaba muy asustado. Yo no sabía que Sebastián estaba herido, apenas me levanté traté de levantarlo a él también, pero tenía un disparo en el cuello. Le dije: Sebas, respire. Míreme, respire. Ya vengo, voy por ayuda.
Agarre mi moto y a unos 200 metros, cuando llegue a la vía principal, estaban tres camionetas blancas de doble cabina con 15 hombres bien armados. Y quede frío y vi que los cuatro asesinos fumaban tranquilamente recostados contra las camionetas. Apague la moto y me devolví corriendo y el pequeño patio era un río de sangre, mis amigos lloraban sobre los cadáveres. Sebastián y Laura aún estaban heridos. Él no podía hablar y ella pedía ayuda. “Que alguien nos ayude, por favor”, gritaba desesperada por el dolor.
Pasaron 20 minutos desde que había dejado la moto y me aventure de nuevo a la carretera, desesperado. Cuando volví, ya no estaban; entonces, pasé derecho al pueblo a buscar a la policía. En el camino vi a muchos familiares que ya venían. Cuando llegue al pueblo fui a la estación de policía y conté todo como pude y prendí la moto y volví a donde mis amigos.
Los que se quedaron llamaron a la policía varias veces y a sus familiares pero la señal móvil no era muy buena. Pero para mí todo era muy extraño que con esa lluvia de disparos que la policía o la población no se hubiera alertado ya que era un pueblo tan pequeño.
El papa de Sebas llego primero, aún respiraba con dificultad. Lo llevó en sus brazos hasta la carretera principal, donde esperaba una ambulancia. Y murió por bronco aspiración a mitad de camino. Laura resistió un poco más. La recibieron en el hospital municipal entonces, ordenaron trasladarla hacia Pasto (capital), aunque falleció en el camino.
Llegue y todo era una pesadilla, tenía mil llamadas de mi pobre madre, que llego en un taxi con mi hermana y al verme lleno de sangre se desmayó. Pero se recuperó pronto, y le explique que esa sangre era de cada uno de mis parceros (amigos). Amigos asesinados sin sentido, con miles de sueños rotos por una guerra que como siempre pagan inocentes y que desde ya sabemos que quedara en la historia de Colombia como una más. En memoria de ellos.